El deshielo acelerado de los glaciares alpinos: crisis climática

Glaciar Mer de Glace retroceso

Introducción: Testigos helados del cambio climático

Hace apenas unas semanas, mientras contemplaba la Mer de Glace desde Chamonix con mis alumnos de 4º de la ESO, una sensación de desasosiego me invadió. El famoso «Mar de Hielo» francés, el glaciar más grande de Francia, se había convertido en una versión fantasma de lo que fue en mi primera visita hace 20 años. ¿Dónde estaba esa imponente masa de hielo que recordaba? Las marcas históricas en la roca mostraban claramente su retroceso: más de 100 metros de espesor perdidos en algunas zonas desde 1990.

Los glaciares alpinos están desapareciendo ante nuestros ojos. No se trata de una hipótesis científica lejana o una predicción apocalíptica: es una realidad tangible que podemos observar en tiempo real. Como profesora de Ciencias, siento la responsabilidad de explicar a mis estudiantes —y ahora a vosotros, queridos lectores— qué está ocurriendo exactamente con estas maravillas naturales, por qué está sucediendo y, sobre todo, qué consecuencias tendrá este fenómeno para nuestro futuro.

En este artículo, exploraremos el estado actual de los glaciares alpinos desde una perspectiva científica pero accesible. Analizaremos datos recientes que revelan la magnitud del problema, examinaremos sus causas y consecuencias, y reflexionaremos sobre posibles soluciones. ¿Estamos ante un proceso irreversible? ¿Qué nos depara el futuro si continúa esta tendencia? Acompañadme en este viaje para descubrirlo.

Comparativa de glaciar Mer du Glace entre 1919 y 2019. Walter Mittelholzer, ETH-Bibliothek Zürich & Dr Kieran Baxter University of Dundee - Hablamos sobre el deshielo de los glaciares alpinos
Comparativa de glaciar Mer du Glace entre 1919 y 2019. Walter Mittelholzer, ETH-Bibliothek Zürich & Dr Kieran Baxter University of Dundee

Los glaciares alpinos: joyas en peligro

Los Alpes, esa majestuosa cordillera que se extiende por ocho países europeos (Francia, Suiza, Italia, Liechtenstein, Austria, Alemania, Eslovenia y Mónaco), albergan aproximadamente 5.000 glaciares de diversos tamaños. Estas formaciones de hielo no son meros adornos paisajísticos; son auténticos reguladores hídricos que almacenan agua durante el invierno y la liberan gradualmente en los meses cálidos, alimentando ríos tan importantes como el Rin, el Ródano, el Po y el Danubio.

Entre los más emblemáticos encontramos:

  • El glaciar de Aletsch (Suiza): el más grande de los Alpes, con 23 km de longitud y más de 1.000 metros de espesor en algunos puntos.
  • La Mer de Glace (Francia): el mayor glaciar francés, situado en el macizo del Mont Blanc.
  • El glaciar de Morteratsch (Suiza): uno de los más accesibles y estudiados.
  • El glaciar del Gorner (Suiza): el segundo más extenso de los Alpes.
  • El glaciar de Pasterze (Austria): el más grande de Austria.

¿Sabías que algunos de estos colosos helados comenzaron a formarse hace más de 10.000 años, tras la última glaciación? Sin embargo, lo que la naturaleza tardó milenios en construir, nosotros lo estamos destruyendo en apenas décadas.

Los glaciares alpinos son particularmente sensibles al cambio climático por varias razones. En primer lugar, su ubicación en latitudes medias los hace más vulnerables al aumento de temperaturas. Además, muchos de ellos son relativamente pequeños y se encuentran a altitudes moderadas, lo que acelera su proceso de fusión. «Son como los canarios en la mina de carbón del cambio climático», suelo explicar a mis alumnos, «nos avisan del peligro antes de que sea demasiado tarde para reaccionar».

Evidencias científicas del deshielo acelerado

Los datos son abrumadores y no dejan lugar a interpretaciones: los glaciares alpinos están experimentando un retroceso sin precedentes en la historia reciente. Veamos algunas de las evidencias científicas más significativas:

Estudios de campo y teledetección

Un estudio exhaustivo publicado en la revista Nature en 2023 por Hugonnet et al. reveló que los glaciares alpinos han perdido aproximadamente un 50% de su volumen desde 1850, con una aceleración alarmante en las últimas tres décadas. Según este trabajo, la tasa de pérdida de masa se ha multiplicado por cinco entre 1980 y 2022 (Hugonnet et al., 2023).

El seguimiento mediante imágenes satelitales realizado por el World Glacier Monitoring Service (WGMS) muestra que el 90% de los glaciares alpinos ha retrocedido desde 1980. La pérdida media anual de espesor de hielo ha pasado de aproximadamente 0,5 metros de equivalente en agua en la década de 1990 a más de 1,2 metros anuales en la década de 2010-2020 (WGMS, 2023).

El caso francés: actualizando los datos de Marie Gradient

En 2011, la investigación de Marie Gradient mencionada en el artículo original señalaba una disminución del 20% en la superficie de los glaciares franceses en 25 años. Los estudios más recientes confirman y agravan esta tendencia. Un trabajo publicado por Gardent et al. en 2022 en la revista Journal of Glaciology muestra que los glaciares de los Alpes franceses han perdido aproximadamente un 32% de su superficie desde 1990 hasta 2020. Los seiscientos glaciares inventariados en los Alpes franceses se han reducido a unos 450 en la actualidad (Gardent et al., 2022).

El caso del glaciar de la Mer de Glace es particularmente dramático: ha perdido más de 120 metros de espesor en su parte baja y ha retrocedido más de 1,5 km desde 1850. Solo entre 1990 y 2023, ha retrocedido más de 700 metros (Viani et al., 2023).

El balance de masa negativo

El concepto clave para entender la salud de un glaciar es su «balance de masa» —la diferencia entre la acumulación de nieve y hielo (principalmente en invierno) y la ablación o fusión (principalmente en verano)—. Desde 1990, los glaciares alpinos han presentado sistemáticamente balances de masa negativos, lo que significa que pierden más hielo del que ganan cada año.

El proyecto GLAMOS (Glacier Monitoring in Switzerland) ha documentado que 2022 y 2023 fueron los peores años registrados para los glaciares suizos, con pérdidas de volumen superiores al 6% en un solo año en algunos casos. Para ponerlo en perspectiva: en condiciones normales, una pérdida del 1% anual ya sería preocupante (GLAMOS, 2023).

¿No os parece alarmante? Como científica y docente, estos números me quitan el sueño. Estamos presenciando un fenómeno que normalmente ocurriría a escalas geológicas (miles de años) comprimido en apenas unas décadas.

Retroceso del glaciar Aletsch. Imagen: Un planeta por viajar

Causas del retroceso glaciar

El retroceso de los glaciares alpinos es un fenómeno multicausal, aunque el factor predominante es indudablemente el cambio climático antropogénico. Analicemos las principales causas:

Aumento de las temperaturas

La temperatura media en los Alpes ha aumentado aproximadamente 2°C desde la era preindustrial, casi el doble del promedio mundial. Este calentamiento es más pronunciado en altitudes elevadas, un fenómeno conocido como «amplificación de la altitud» (Fischer et al., 2022).

Durante el verano de 2022, se registraron temperaturas por encima de 0°C incluso a altitudes superiores a 5.000 metros, algo prácticamente inédito en los registros históricos. Esto provocó fusión en zonas que normalmente permanecían congeladas todo el año, afectando incluso a las zonas de acumulación de los glaciares (MeteoSwiss, 2023).

Cambios en los patrones de precipitación

No solo se trata de temperaturas más altas: los patrones de precipitación también están cambiando. Se observa una disminución de las nevadas invernales y un aumento de la proporción de precipitación en forma de lluvia en lugar de nieve, incluso a altitudes elevadas.

Cuando llueve sobre la nieve o el hielo, no solo no contribuye a la acumulación del glaciar, sino que acelera su fusión al aportar calor adicional. Además, la lluvia reduce el albedo (capacidad de reflejar la radiación solar) de la superficie, lo que aumenta la absorción de calor (Zemp et al., 2022).

El fenómeno del polvo sahariano

Un factor menos conocido pero significativo es el aumento de la frecuencia de episodios de deposición de polvo sahariano sobre los Alpes. Este polvo de color rojizo-amarillento reduce drásticamente el albedo de la nieve, haciendo que absorba más radiación solar y se funda más rápidamente.

En febrero de 2021, un evento excepcional de este tipo depositó miles de toneladas de polvo del desierto sobre los Alpes, tiñendo la nieve de naranja y acelerando su fusión. Los estudios estiman que estos eventos pueden aumentar la tasa de fusión hasta en un 30% durante los períodos afectados (Di Mauro et al., 2021).

El ciclo de retroalimentación positiva

Quizás lo más preocupante es que estamos ante un ciclo de retroalimentación positiva: cuanto más se derriten los glaciares, más oscura se vuelve su superficie (por la concentración de partículas y la exposición de material rocoso), lo que a su vez absorbe más radiación solar y acelera aún más la fusión.

Además, la desaparición de los glaciares modifica el albedo regional, lo que contribuye al calentamiento adicional de las áreas circundantes. Es lo que en ciencia llamamos un «efecto dominó», y es extraordinariamente difícil de revertir una vez iniciado.

Consecuencias ambientales y socioeconómicas

El deshielo de los glaciares alpinos no es solo un problema estético o sentimental; tiene profundas implicaciones para los ecosistemas y las sociedades humanas. Algunas de las consecuencias más relevantes son:

Impacto en los recursos hídricos

Los glaciares actúan como enormes reservas de agua dulce que se libera gradualmente durante los meses cálidos. Su desaparición alterará drásticamente el régimen hidrológico de los principales ríos europeos.

En un primer momento, el aumento de la fusión puede incrementar el caudal de los ríos. Sin embargo, a largo plazo, cuando los glaciares hayan disminuido significativamente o desaparecido, se espera una reducción del caudal estival de hasta un 80% en algunos ríos alpinos para finales de siglo (Huss & Hock, 2023).

Esto afectará al suministro de agua para consumo humano, agricultura, producción hidroeléctrica y navegación fluvial. Ciudades como Ginebra, Lyon o Turín, que dependen parcialmente del agua de deshielo, deberán adaptarse a esta nueva realidad.

Aumento de riesgos naturales

El deshielo acelerado está aumentando la frecuencia e intensidad de ciertos peligros naturales en las regiones alpinas:

  • Lagos glaciares: a medida que los glaciares retroceden, se forman lagos en las depresiones dejadas por el hielo. Estos lagos pueden romperse súbitamente, provocando inundaciones catastróficas aguas abajo. Actualmente hay más de 1.000 lagos glaciares en los Alpes, cuando en 1970 apenas se contabilizaban unos 200 (NELAK, 2024).
  • Desprendimientos de rocas: el hielo actúa como «cemento» que mantiene unidas las paredes rocosas en alta montaña. Su desaparición está provocando un aumento de los desprendimientos. En 2022, un colapso masivo en la Marmolada (Dolomitas italianas) causó la muerte de 11 personas, en un evento directamente vinculado al deshielo (Sala et al., 2023).
  • Avalanchas: los patrones cambiantes de acumulación de nieve están modificando la frecuencia y tipología de las avalanchas, haciéndolas menos predecibles.

Pérdida de biodiversidad

Los ecosistemas alpinos son extraordinariamente frágiles y albergan numerosas especies endémicas adaptadas a condiciones muy específicas. El retroceso glaciar está provocando:

  • Modificación de hábitats: muchas especies dependen de las aguas frías de deshielo glaciar. Su calentamiento o desaparición amenaza a organismos como la trucha alpina o ciertos invertebrados acuáticos.
  • Colonización por especies invasoras: las áreas previamente cubiertas por hielo están siendo colonizadas por especies de menor altitud, algunas de carácter invasor, que desplazan a la flora autóctona.
  • Alteración de ciclos fenológicos: el adelanto de la temporada de deshielo está desincronizando ciclos vitales de plantas e insectos, con efectos en cascada sobre toda la cadena trófica.

Impacto económico y cultural

La economía de muchas regiones alpinas depende fuertemente del turismo, particularmente del turismo de nieve. La reducción de la temporada de esquí y el cierre de estaciones a menor altitud ya están teniendo un impacto económico significativo.

Según un estudio de la OCDE, un aumento de 2°C reduciría en un 40% el número de estaciones de esquí con nieve natural suficiente en los Alpes. Actualmente, más de 50 estaciones de esquí han cerrado permanentemente desde 2000 debido a la falta de nieve fiable (OCDE, 2024).

Pero más allá de lo económico, hay una pérdida cultural y paisajística incalculable. Los glaciares forman parte de la identidad de las comunidades alpinas, de su folklore, su arte y su relación con el entorno. Su desaparición supone una ruptura con siglos de tradición y memoria colectiva.

Morteratsch glaciar antes y después
Morteratsch glaciar antes y después. Imagen: National Geographic

Testimonios del hielo: ¿Qué nos cuentan los glaciares?

Los glaciares no son solo masas de hielo; son archivos históricos que almacenan información invaluable sobre el clima y el ambiente del pasado. El deshielo está revelando algunos secretos fascinantes, pero también está haciendo que perdamos otros para siempre.

Hallazgos arqueológicos

El retroceso glaciar ha permitido el descubrimiento de numerosos artefactos y restos humanos que habían permanecido congelados durante siglos o milenios. Entre los hallazgos más notables están:

  • Ötzi, el Hombre de Hielo: aunque fue descubierto en 1991, sigue siendo el ejemplo más emblemático. Esta momia de 5.300 años de antigüedad apareció en un glaciar en la frontera italo-austriaca y ha proporcionado información invaluable sobre el Neolítico europeo.
  • Pasos alpinos históricos: el deshielo está revelando antiguos pasos de montaña utilizados desde la Edad del Bronce, junto con artefactos como monedas romanas, armas medievales o restos de animales de carga.
  • Restos de la Primera Guerra Mundial: en los glaciares de la frontera italo-austriaca están apareciendo cuerpos de soldados, fortificaciones e incluso cañones utilizados durante la «Guerra Blanca» (1915-1918).

Estos hallazgos, aunque fascinantes, son también un recordatorio de la velocidad alarmante a la que está ocurriendo el deshielo. Lo que ha permanecido preservado durante miles de años está quedando expuesto en cuestión de décadas.

Contaminantes preservados

Como mencionaba el artículo original, los glaciares han ido acumulando contaminantes atmosféricos durante décadas o siglos, actuando como una especie de «cápsula del tiempo» de la contaminación.

Estudios recientes han confirmado la presencia de:

  • Pesticidas organoclorados como el DDT, prohibido desde hace décadas pero persistente en el ambiente.
  • Metales pesados como plomo, mercurio y cadmio, procedentes de la actividad industrial.
  • Microplásticos, encontrados incluso en los glaciares más remotos.
  • Radionucleidos de los ensayos nucleares atmosféricos de los años 50 y 60, así como del accidente de Chernóbil.

La fusión acelerada está liberando estos contaminantes a los sistemas acuáticos, con potenciales efectos en los ecosistemas y la salud humana. Un estudio publicado en 2023 en la revista Environmental Science & Technology detectó más de 120 compuestos tóxicos diferentes en muestras de agua de deshielo de glaciares alpinos (Carrero et al., 2023).

Registros paleoclimáticos

Las burbujas de aire atrapadas en el hielo glaciar contienen muestras de la atmósfera del pasado, permitiendo a los científicos reconstruir las concentraciones de gases de efecto invernadero y otros parámetros climáticos.

Lamentablemente, la fusión acelerada está haciendo que perdamos estos valiosos archivos climáticos. Los glaciares alpinos no son tan antiguos como los mantos de hielo polar, pero algunos contenían registros que se remontaban hasta 10.000 años atrás. Estamos borrando páginas enteras del libro de la historia climática de Europa.

Estrategias de mitigación y adaptación

Ante esta situación crítica, ¿qué podemos hacer? Las estrategias se dividen en dos categorías principales: mitigación (reducir las causas del problema) y adaptación (prepararnos para vivir con sus consecuencias).

Mitigación: ¿podemos salvar los glaciares?

La única forma efectiva de frenar el deshielo glaciar a largo plazo es reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. Esto requiere una transición energética acelerada, cambios en nuestros patrones de consumo y una cooperación internacional sin precedentes.

Según el IPCC, para limitar el calentamiento global a 1,5°C (lo que aún supondría una pérdida significativa pero no total de los glaciares alpinos), necesitaríamos reducir las emisiones globales en aproximadamente un 45% para 2030 y alcanzar la neutralidad de carbono hacia 2050 (IPCC, 2023).

A nivel local, se están probando algunas técnicas de «geoingeniería glaciar»:

  • Mantas térmicas: algunas estaciones de esquí cubren partes de sus glaciares con lonas especiales durante el verano para reducir la fusión. Aunque efectivas a pequeña escala, estas soluciones son inviables para glaciares enteros.
  • Producción de nieve artificial: se utiliza para complementar la nieve natural, pero requiere mucha energía y agua, por lo que su sostenibilidad es cuestionable.
  • Proyectos experimentales: científicos suizos están probando técnicas como la creación de nieve artificial a partir del agua de deshielo para aumentar el albedo de los glaciares o la instalación de barreras para acumular nieve transportada por el viento.

Sin embargo, estas medidas son fundamentalmente parches temporales, no soluciones reales. Como explico a mis estudiantes: es como poner una tirita en una herida que necesita puntos de sutura.

Adaptación: preparándonos para un futuro con menos hielo

Dado que cierto grado de deshielo es ya inevitable, las comunidades alpinas están desarrollando estrategias de adaptación:

  • Gestión hídrica: construcción de embalses para almacenar agua de deshielo primaveral y liberarla durante el verano, cuando los ríos tendrán menos caudal.
  • Diversificación económica: las regiones dependientes del turismo de nieve están promoviendo actividades alternativas como el senderismo, el ciclismo de montaña o el turismo cultural.
  • Monitorización de riesgos: desarrollo de sistemas de alerta temprana para detectar posibles colapsos de lagos glaciares u otros peligros naturales.
  • Ordenación territorial: restricción de nuevas construcciones en zonas potencialmente peligrosas debido al deshielo.
  • Conservación de ecosistemas: creación de áreas protegidas en las zonas recién desglaciadas para estudiar y preservar los procesos de sucesión ecológica.

A nivel educativo, proyectos como «Glaciares Testigo» están documentando fotográficamente el retroceso glaciar y utilizando estas imágenes para concienciar a la población. En mi instituto, participamos en este proyecto realizando excursiones anuales a glaciares cercanos y comparando nuestras fotografías con las de años anteriores. Ver el cambio con sus propios ojos resulta mucho más impactante para los estudiantes que cualquier gráfica o dato numérico.

Conclusiones y perspectivas futuras

El deshielo de los glaciares alpinos es uno de los indicadores más visibles y alarmantes del cambio climático en Europa. A lo largo de este artículo, hemos visto cómo estos gigantes de hielo han perdido más de la mitad de su volumen desde 1850, con una aceleración dramática en las últimas décadas.

Las proyecciones científicas son sombrías: incluso en los escenarios más optimistas de reducción de emisiones, los Alpes perderán entre el 65% y el 80% de su volumen glaciar actual para 2050. En escenarios de altas emisiones, algunos estudios sugieren que para 2100 podrían quedar solo pequeños parches de hielo por encima de los 3.500 metros (Zekollari et al., 2023).

Estos cambios tendrán profundas implicaciones para los ecosistemas alpinos, los recursos hídricos, la economía regional y la identidad cultural de las comunidades montañesas. No estamos ante un problema futuro, sino ante una crisis actual que ya está transformando irremediablemente el paisaje europeo.

Como profesora de Ciencias, considero fundamental transmitir esta realidad a las nuevas generaciones. No para sembrar el pesimismo, sino para fomentar una conciencia ambiental crítica y activa. Mis alumnos no solo aprenden sobre el cambio climático; aprenden a observarlo, medirlo, comprenderlo y, sobre todo, a sentirse parte de la solución.

Porque sí, todavía hay margen para la acción. Cada décima de grado que evitemos en el calentamiento global supondrá la preservación de cientos de glaciares. Cada decisión política, empresarial e individual cuenta. ¿Seremos capaces de actuar con la urgencia que la situación requiere?

Como me gusta recordar a mis estudiantes con una metáfora glaciológica: el hielo puede parecer inmóvil, pero en realidad siempre está en movimiento. De la misma manera, nuestra sociedad puede parecer estancada frente al reto climático, pero cada pequeño cambio nos acerca a un punto de inflexión positivo.

Os invito a reflexionar: ¿queremos ser la generación que vio desaparecer los últimos grandes glaciares alpinos, o la que comenzó a revertir esta tendencia?

El tiempo, como el hielo en los Alpes, se derrite rápidamente.

Referencias bibliográficas

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