España, con sus 505.990 km² de superficie, posee una extraordinaria variedad de recursos naturales que han condicionado históricamente su desarrollo económico y social. La configuración geográfica de la península ibérica, junto con los archipielagos canario y balear, han dotado al país de una diversidad de ecosistemas, minerales, fuentes energéticas y recursos hídricos que constituyen un patrimonio natural de gran valor, aunque desigualmente distribuido.
El presente artículo ofrece un análisis detallado de los principales recursos naturales de España, su distribución geográfica, aprovechamiento histórico y situación actual, con especial atención a su sostenibilidad y a los desafíos que enfrentan en el contexto del cambio climático y las políticas medioambientales europeas.
La gestión eficiente de estos recursos constituye uno de los mayores retos para el desarrollo sostenible del país, en un contexto donde la presión demográfica, el desarrollo industrial y el cambio climático imponen nuevas exigencias a un patrimonio natural que, en muchos casos, presenta signos de agotamiento o degradación.
Recursos hídricos: Un bien desigualmente repartido
Características generales del sistema hidrológico español
España es un territorio predominantemente árido o semiárido, donde las precipitaciones superiores a 1.000 mm anuales se concentran principalmente en la cornisa cantábrica, las áreas pirenaicas y algunas zonas de los sistemas montañosos interiores. Esta irregularidad pluviométrica, junto con la elevada evapotranspiración potencial, condicionan fuertemente la disponibilidad de recursos hídricos.
El balance hídrico español presenta un marcado contraste entre la denominada «España húmeda» (norte y noroeste) y la «España seca» (centro, sur y este), lo que ha generado históricamente tensiones territoriales por el acceso y distribución del agua. El país cuenta con aproximadamente 1.800 grandes embalses que permiten almacenar unos 56.000 hm³, siendo uno de los países con mayor capacidad de regulación hídrica de Europa.
Los acuíferos suponen también un recurso estratégico, especialmente en las regiones mediterráneas, aunque muchos sufren problemas de sobreexplotación e intrusión marina, particularmente en zonas costeras con alta presión turística y agrícola.
Las cuencas hidrográficas
El sistema hidrográfico español se organiza en torno a grandes cuencas que conforman unidades naturales de gestión. Las principales cuencas son:
- Vertiente cantábrica: Ríos cortos y caudalosos con regimen pluvial o pluvio-nival (Nervión, Nalón, Navia).
- Vertiente atlántica: Incluye los grandes ríos peninsulares como el Miño, Duero, Tajo, Guadiana y Guadalquivir, con caudales más abundantes pero irregulares.
- Vertiente mediterránea: Caracterizada por ríos más cortos y de caudal irregular, con fuertes estiajes y crecidas (Ebro, Júcar, Segura).
La Meseta Central condiciona la orografía fluvial, ya que está inclinada hacia el océano Atlántico, lo que explica que los ríos más largos (Duero, Tajo, Guadiana) viertan sus aguas en esta vertiente, mostrando un desequilibrio hidrográfico notable respecto a las más modestas cuencas mediterraneas.
La gestión de estos recursos se articula a través de las Confederaciones Hidrográficas, organismos creados en 1926 que preceden a la organización autonómica actual, lo que a veces genera conflictos competenciales. Estas confederaciones gestionan tanto las aguas superficiales como subterráneas de sus demarcaciones, aunque con resultados desiguales.
Disponibilidad y demanda de recursos hídricos
Los recursos hídricos disponibles en España (aproximadamente 43.340 hm³ anuales) son, en términos globales, superiores a la demanda total (unos 37.029 hm³), aunque este aparente superávit oculta fuertes desequilibrios territoriales y estacionales. Las cuencas del Norte presentan excedentes, mientras que las del Sur, Segura y parte del Guadalquivir son deficitarias.
La disponibilidad de agua está condicionada por factores como:
- La irregularidad temporal de las precipitaciones.
- La elevada evapotranspiración en gran parte del territorio.
- La estacionalidad turística que concentra la demanda en períodos de menor disponibilidad.
- El cambio climático, que está alterando los patrones de precipitación y escorrentía.
Estos factores explican las tensiones hídricas recurrentes y los conflictos entre comunidades autónomas que han caracterizado la política hidráulica española en las últimas décadas.
Usos y demandas del agua
El consumo de agua en España se distribuye de forma muy desigual entre sectores:
- Uso agrícola y ganadero: Representa aproximadamente el 80% del consumo total, destinado principalmente al regadío, que supone un 14% de las tierras cultivadas pero genera más del 50% de la producción agrícola final.
- Uso urbano e industrial: Supone alrededor del 18% del consumo, con una media de consumo doméstico superior a la media europea (unos 200 litros por persona y día).
- Otros usos: El 2% restante se destina a servicios ecosistémicos, recreativos y otros.
El regadío ha sido históricamente un factor de desarrollo rural en España, donde las técnicas de irrigación tienen una larga tradición que se remonta a la época romana y, especialmente, al periodo andalusí. Las grandes zonas regables actuales se concentran en las vegas de los grandes ríos (Ebro, Guadalquivir, Guadiana) y en el litoral mediterráneo.
El consumo urbano presenta patrones diferenciales entre:
- Zonas turísticas costeras, con fuertes picos estacionales.
- Grandes áreas metropolitanas, con demandas elevadas pero estables.
- Zonas rurales, con consumos más modestos pero infraestructuras menos eficientes.
La demanda industrial muestra un patrón más regular a lo largo del año, concentrándose en procesos de refrigeración, limpieza y como componente de muchos productos manufacturados.
Problemática y gestión de los recursos hídricos
Los principales problemas que afectan a los recursos hídricos españoles son:
- Contaminación difusa agrícola por nitratos, fosfatos y pesticidas.
- Contaminación puntual de origen urbano e industrial.
- Sobreexplotación de acuíferos, especialmente en la costa mediterránea.
- Salinización de acuíferos costeros por intrusión marina.
- Alteración morfológica de cauces y riberas.
- Pérdidas en las redes de distribución, que en algunos sistemas superan el 30%.
- Efectos del cambio climático sobre la disponibilidad y distribución estacional.
Para hacer frente a estos desafíos, las políticas hídricas se han centrado en diversas estrategias:
- Modernización de regadíos para reducir el consumo agrícola mediante sistemas más eficientes (riego por goteo, aspersión).
- Mejora de las redes de abastecimiento urbano para reducir pérdidas.
- Construcción de infraestructuras de depuración para reutilizar aguas residuales.
- Desalinización en zonas costeras deficitarias.
- Pequeños trasvases para cubrir necesidades urbanas urgentes.
- Recuperación de acuíferos mediante la recarga artificial y el control de extracciones.
- Restauración fluvial para mejorar el estado ecológico de ríos y riberas.
- Campañas de concienciación sobre el ahorro de agua.
La planificación hidrológica actual, encuadrada en la Directiva Marco del Agua de la UE, prioriza el buen estado ecológico de las masas de agua sobre las consideraciones meramente cuantitativas que dominaron la política hidráulica del siglo XX. Esto ha supuesto un cambio de paradigma hacia enfoques más sostenibles, aunque no exentos de controversia.
Recursos energéticos: Entre la dependencia y la transición
Panorama energético español
España ha sido tradicionalmente un país con elevada dependencia energética del exterior, situación que se ha mantenido a lo largo de las décadas a pesar de los diversos intentos de diversificación. Actualmente, esta dependencia se sitúa en torno al 70-75%, muy por encima de la media europea.
El mix energético español ha experimentado importantes transformaciones en las últimas décadas, con un descenso progresivo del carbón, una estabilización de la energía nuclear, un aumento del gas natural y un crecimiento significativo de las energías renovables, especialmente eólica y solar fotovoltaica.
El consumo energético ha seguido una tendencia creciente desde la década de 1960, acompañando al desarrollo industrial y la mejora del nivel de vida, aunque con oscilaciones ligadas a los ciclos económicos y, más recientemente, a las políticas de eficiencia energética.
Los sucesivos Planes Energéticos Nacionales (PEN) han tratado de abordar esta situación mediante estrategias diversas, no siempre coherentes entre sí, que han oscilado entre el apoyo a las energías autóctonas tradicionales (carbón, hidroeléctrica), la diversificación de proveedores externos (especialmente de gas natural) y el impulso a nuevas tecnologías renovables.
Recursos energéticos convencionales
Energía hidráulica
La energía hidroeléctrica representa una de las primeras fuentes de generación eléctrica desarrolladas en España, aprovechando los desniveles orográficos y los cauces fluviales regulados mediante embalses. Aunque su aportación relativa ha disminuido con la incorporación de otras fuentes, sigue siendo estratégica por su capacidad de regulación y respuesta rápida a las demandas puntuales.
Las principales cuencas productoras son:
- La cantábrica, con centrales de pequeña y mediana potencia pero alta producción por unidad debido a los fuertes desniveles y caudales regulares.
- Las grandes cuencas atlánticas (Duero, Tajo), con grandes embalses y centrales de mayor potencia.
- La cuenca del Ebro, con importantes aprovechamientos en su tramo pirenaico.
La energía hidráulica, considerada renovable, presenta ventajas como su baja contaminación y su capacidad de almacenamiento energético, pero también inconvenientes como el impacto ambiental de los embalses y los conflictos con otros usos del agua, especialmente en periodos de sequía.
Carbón
El carbón ha sido históricamente el principal recurso energético autóctono de España, aunque su importancia ha declinado drásticamente en las últimas décadas. Las principales cuencas carboníferas se localizan en:
- La cornisa cantábrica (Asturias, León), con hullas y antracitas.
- El sur peninsular (Córdoba, Ciudad Real), con carbones de menor calidad.
- Teruel y Cataluña, con importantes depósitos de lignitos.
Las características de los yacimientos españoles (vetas estrechas, alta fragementación, mezcla con otros materiales) han determinado unos costes de extracción elevados y una baja competitividad internacional, lo que ha conducido al cierre progresivo de explotaciones, acelerado tras la prohibición de ayudas estatales por parte de la UE desde 2018.
Las centrales térmicas de carbón, muchas situadas a bocamina, han ido cerrando o reconvirtiéndose para usar otros combustibles, dentro del proceso de descarbonización de la economía española y europea. Este proceso, aunque necesario desde el punto de vista medioambiental, ha supuesto importantes retos sociales en las comarcas mineras tradicionales.
Hidrocarburos: petróleo y gas natural
España presenta una producción nacional de petróleo prácticamente insignificante (menos del 0,5% del consumo) frente a una elevada dependencia externa. Los escasos yacimientos explotados se localizan principalmente en:
- Plataforma cantábrica (Ayoluengo, Burgos).
- Plataforma del Mediterráneo (Casablanca, Tarragona).
Esta situación ha obligado a desarrollar una importante industria de refino, con 9 refinerías distribuidas estratégicamente por el territorio nacional (A Coruña, Bilbao, Tarragona, Castellón, Cartagena, Algeciras, Puertollano, Tenerife y La Rábida), que procesan crudo importado principalmente del Norte de África, Oriente Medio y, en menor medida, América.
El gas natural ha aumentado significativamente su participación en el mix energético español, pasando de ser casi inexistente en los años 80 a convertirse en una pieza clave de la generación eléctrica y el consumo industrial y doméstico. España carece practicamente de yacimientos propios, por lo que depende casi totalmente de las importaciones a través de:
- Gasoductos desde Argelia (Medgaz y Magreb-Europa).
- Plantas regasificadoras que reciben gas natural licuado (GNL) de diversos proveedores (Qatar, Nigeria, EE.UU.).
La red de transporte y distribución de gas natural ha experimentado una notable expansión, llegando actualmente a la mayoría de núcleos urbanos importantes. Su uso se ha extendido tanto en la generación eléctrica (ciclos combinados) como en la industria (especialmente sectores intensivos en energía como el cerámico) y en los hogares (calefacción y cocina).
Energía nuclear
La energía nuclear en España comenzó su desarrollo en los años 60 y actualmente cuenta con 5 centrales operativas con 7 reactores:
- Almaraz I y II (Cáceres).
- Ascó I y II (Tarragona).
- Cofrentes (Valencia).
- Trillo (Guadalajara).
- Vandellós II (Tarragona).
Estas centrales aportan aproximadamente el 20% de la electricidad generada en España, con una potencia instalada de unos 7.400 MW. La moratoria nuclear de 1984 paralizó la construcción de nuevas centrales como Lemóniz (Vizcaya) y Valdecaballeros (Badajoz), y posteriormente se procedió al desmantelamiento de Zorita (Guadalajara) y Vandellós I (Tarragona).
El debate sobre la energía nuclear sigue abierto en España, con posiciones encontradas entre quienes valoran su aportación a la reducción de emisiones de CO₂ y quienes destacan los problemas de gestión de residuos y los riesgos potenciales. El actual plan energético prevé el ciere escalonado de las centrales entre 2027 y 2035.
España cuenta con yacimientos de uranio, principalmente en Salamanca y Badajoz, aunque actualmente no se explotan comercialmente. El combustible utilizado en las centrales requiere un proceso de enriquecimiento que se realiza en el extranjero.
Energías renovables
El desarrollo de las energías renovables ha sido uno de los aspectos más dinámicos del panorama energético español en las últimas dos décadas, favorecido por las condiciones naturales del país y por diversas políticas de apoyo, aunque con altibajos regulatorios.
Energía eólica
España es una de las potencias mundiales en energía eólica, con más de 27.000 MW instalados que la situan entre los cinco primeros países del mundo. Las principales áreas de implantación se encuentran en:
- Galicia (sierras orientales)
- Castilla y León (páramos y zonas montañosas)
- Aragón (valle del Ebro)
- Castilla-La Mancha (especialmente Albacete)
- Andalucía (Tarifa y zona del Estrecho)
- Canarias (zonas de vientos alisios)
El sector eólico español ha desarrollado además una importante industria auxiliar (fabricación de aerogeneradores, componentes, servicios de mantenimiento) con presencia internacional. Los principales retos actuales son la repotenciación de parques antiguos, el desarrollo de la eólica marina (aún incipiente por las características de la plataforma continental española) y la integración en la red de una producción variable.
Energía solar
Las condiciones de insolación en España, con más de 2.500 horas anuales de sol en el 70% del territorio, hacen del país un lugar idóneo para el aprovechamiento de la energía solar, que se desarrolla en dos tecnologías principales:
- Solar fotovoltaica: Ha experimentado un crecimiento explosivo en los últimos años, alcanzando cerca de 15.000 MW instalados, con grandes plantas en Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha y Murcia
- Solar termoeléctrica: España fue pionera mundial en esta tecnología, con importantes plantas en Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, que suman unos 2.300 MW
La energía solar ha pasado de ser una tecnología experimental a convertirse en la fuente de electricidad más competitiva en términos de costes, lo que augura un fuerte crecimiento futuro. Los principales desafios son la gestión de la intermitencia, el desarrollo de sistemas de almacenamiento y la integración con otros usos del suelo.
Otras energías renovables
Junto a la eólica y solar, España cuenta con otras fuentes renovables de menor implantación pero notable potencial:
- Biomasa: Aprovecha residuos forestales, agrícolas y ganaderos, con mayor desarrollo en Andalucía, Castilla y León y Galicia
- Biogás: Obtenido principalmente de vertederos y depuradoras
- Geotermia: Con un potencial importante pero escaso desarrollo comercial, destacando las Islas Canarias por su naturaleza volcánica
- Energía maremotriz y undimotriz: En fase experimental, con proyectos piloto en el Cantábrico y Canarias

Transición energética y sostenibilidad
El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) establece la hoja de ruta de España hacia la descarbonización, con objetivos ambiciosos para 2030:
- Reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en un 23%.
- 42% de renovables sobre el uso final de energía.
- 74% de generación eléctrica renovable.
- Mejora del 39,5% en eficiencia energética.
Esta transición plantea importantes retos y oportunidades:
- Necesidad de fuertes inversiones en infraestructuras.
- Impacto territorial de las nuevas instalaciones renovables.
- Oportunidades de desarrollo industrial y tecnológico.
- Efectos sociolaborales en regiones dependientes de energías convencionales.
La interconexión energética con Europa, tradicionalmente deficitaria, constituye otro de los desafíos pendientes para garantizar la seguridad del suministro en un sistema con alta penetración renovable.
Recursos mineros y rocas industriales
Evolución histórica de la minería española
La actividad minera ha tenido una importancia histórica en la península ibérica desde la antigüedad, con explotaciones documentadas desde el periodo tartésico y fenicio, intensificadas durante la dominación romana (minas de oro en Las Médulas, plata en Cartago Nova) y desarrolladas industrialmente desde el siglo XIX.
La minería metálica experimentó su apogeo entre mediados del siglo XIX y principios del XX, con una fuerte presencia de capital extranjero (principalmente británico) en importantes distritos como Riotinto (Huelva), Sierra Almagrera (Almería) o Cartagena-La Unión (Murcia).
A partir de los años 70 del siglo XX, la minería española entró en un progresivo declive por factores como:
- Agotamiento de yacimientos.
- Aumento de costes de explotación.
- Competencia internacional de yacimientos más rentables.
- Preocupaciones medioambientales.
- Reconversión industrial.
Este proceso ha llevado al cierre de numerosas explotaciones históricas y a la concentración de la actividad en un número reducido de minas modernas y en el sector de la rocas industriales.
Principales recursos minerales metálicos
Los minerales metálicos en España se asocian principalmente a áreas del zócalo herciniano (Macizo Ibérico) y a zonas volcánicas del sureste peninsular. Aunque muchos yacimientos han sido abandonados, algunos mantienen cierta actividad o potencial:
- Hierro: Las minas de Vizcaya (Somorrostro) fueron esenciales para la industrialización vasca, pero actualmente solo quedan pequeñas explotaciones en León y Badajoz.
- Cobre: Las minas de Riotinto-Tharsis (Huelva) han sido explotadas durante milenios, con recientes intentos de reapertura.
- Plomo y zinc: Tradicionalmente explotados en Cantabria, Murcia (La Unión) y Jaén (Linares), mantienen alguna actividad menor.
- Mercurio: Almadén (Ciudad Real) albergó el mayor yacimiento mundial, hoy cerrado y convertido en museo.
- Oro: Tras el cierre de las minas asturianas y leonesas, existen proyectos controvertidos en Galicia y Extremadura.
- Wolframio: Con yacimientos en Galicia y Extremadura, estratégicos durante la II Guerra Mundial, hoy mayoritariamente inactivos.
- Estaño: Presente en el noroeste peninsular, con pequeñas explotaciones en Galicia.
La minería metálica ha dejado un importante legado patrimonial (paisajes mineros, instalaciones industriales) y tambien graves problemas ambientales (drenajes ácidos, balsas de residuos, contaminación de suelos) que requieren costosos procesos de remediación.
Minerales industriales y rocas ornamentales
A diferencia de la minería metálica, la extracción de minerales industriales mantiene una actividad significativa en España, destacando:
- Sales potásicas: Esenciales para fertilizantes, con importantes yacimientos en la cuenca catalana (Suria, Cardona, Sallent).
- Sal común (cloruro sódico): Extraída tanto de minas (Remolinos en Zaragoza, Cardona en Barcelona) como de salinas marinas (San Pedro del Pinatar en Murcia, Torrevieja en Alicante) y de manantiales salinos.
- Arcillas especiales: Sepiolita y atapulgita en la cuenca del Tajo (Madrid, Toledo), bentonitas en diversas localidades.
- Feldespatos y caolín: Importantes para la industria cerámica, con yacimientos en Guadalajara, Valencia y Lugo.
- Yeso: España es uno de los primeros productores mundiales, con grandes yacimientos en la depresión del Ebro y sureste peninsular.
- Fluorita: Con importantes minas en Asturias, aunque muchas han cerrado.
- Glauberita y thenardita: Explotadas en Madrid para la industria química.
Las rocas ornamentales constituyen otro sector destacado, con España como segundo productor mundial de piedra natural:
- Mármol: Principalmente en Macael (Almería), Pinoso (Alicante) y la región de Murcia.
- Granito: Con grandes centros productores en Galicia, Extremadura y Madrid.
- Pizarra: Explotada especialmente en León, Orense y Lugo, mayoritariamente para exportación.
- Arenisca y caliza: Distribuidas por gran parte del territorio, con notables canteras en Salamanca, Burgos y Baleares.
La minería de áridos para construcción (gravas y arenas) está presente en todas las provincias españolas, con fuerte dependencia de los ciclos de la construcción y obra pública.
Impacto ambiental y sostenibilidad del sector minero
La actividad extractiva genera importantes impactos ambientales:
- Alteración del paisaje y destrucción de hábitats.
- Contaminación de aguas superficiales y subterráneas.
- Emisión de polvo y ruido.
- Generación de residuos mineros.
- Riesgos de subsidencia y desprendimientos.
La legislación ambiental cada vez más estricta obliga a:
- Elaborar Evaluaciones de Impacto Ambiental previas.
- Implementar medidas correctoras durante la explotación.
- Ejecutar planes de restauración al finalizar la actividad.
- Constituir garantías financieras para asegurar la recuperación.
El concepto de minería sostenible busca compatibilizar la extracción de recursos necesarios para la economía con la protección ambiental y el desarrollo social de las comunidades mineras. Los nuevos proyectos mineros generan frecuentemente controversia entre sus defensores, que destacan su aportación al empleo y desarrollo local, y sus detractores, preocupados por los impactos ambientales y los riesgos asociados.
Biodiversidad y recursos biológicos
Singularidad de la biodiversidad española
España es uno de los países con mayor diversidad biológica de Europa, resultado de su:
- Situación geográfica entre África y Europa.
- Variedad climática (atlántico, mediterráneo, continental, subtropical).
- Compleja orografía que genera múltiples microclimas.
- Carácter peninsular e insular que favorece los endemismos.
Estas condiciones han propiciado que España albergue:
- Más de 85.000 especies de fauna (63% de las especies europeas).
- Unas 8.000 especies de plantas vasculares (60% de las europeas).
- Cerca de 1.500 endemismos vegetales.
- 118 tipos de hábitats naturales de interés comunitario.
La biodiversidad española se concentra especialmente en puntos calientes como:
- Sierra Nevada (con más de 2.100 especies de plantas, 80 endémicas).
- Picos de Europa y cordillera Cantábrica.
- Sistemas insulares (Canarias y Baleares).
- Sistemas ibéricos y béticos.
- Doñana y humedales costeros.
Esta riqueza biológica convierte a España en un punto caliente de biodiversidad a nivel europeo y en un territorio de especial responsabilidad para la conservación.

Ecosistemas principales y su estado de conservación
El territorio español alberga una extraordinaria variedad de ecosistemas que pueden agruparse en varias categorías principales:
Ecosistemas forestales
Los bosques cubren aproximadamente el 37% del territorio español, con formaciones muy diversas:
- Bosques atlánticos: Hayedos, robledales y bosques mixtos en la cornisa cantábrica y Pirineos, con elevada biodiversidad pero fragmentados por la presión humana.
- Bosques mediterráneos: Dominados por encinas, alcornoques y pinos, adaptados a la sequía estival y frecuentemente aclarados para usos agrosilvopastorales (dehesas).
- Bosques subalpinos: Principalmente pinares y abetales en áreas montañosas.
- Bosques de ribera: Asociados a cursos fluviales, con fresnos, alisos y chopos, muy alterados por la regulación hidrológica.
- Laurisilva canaria: Bosque subtropical húmedo relicto de la Era Terciaria, conservado en las islas occidentales del archipiélago.
El estado de conservación es variable, con una tendencia general al aumento de superficie forestal desde mediados del siglo XX debido al abandono rural, aunque con problemas de calidad ecológica, fragmentación y riesgos crecientes por incendios y plagas.
Ecosistemas acuáticos continentales
España cuenta con diversos ecosistemas ligados al agua dulce:
- Ríos y riberas: Con comunidades biológicas diferenciadas según tramos y regiones biogeográficas.
- Lagos y lagunas naturales: Destacando los complejos lagunares de La Mancha, Doñana o el Delta del Ebro.
- Humedales: España ha perdido históricamente el 60-70% de sus zonas húmedas originales.
- Embalses: Ecosistemas artificiales que han generado nuevos hábitats pero también impactos sobre los sistemas fluviales.
Estos ecosistemas están sometidos a múltiples presiones:
- Contaminación difusa y puntual.
- Alteraciones hidromorfológicas.
- Especies invasoras.
- Sobreexplotación.
- Cambio climático.
La implementación de la Directiva Marco del Agua ha mejorado su gestión, aunque el porcentaje de masas de agua que alcanzan el «buen estado ecológico» sigue siendo insuficiente.
Ecosistemas costeros y marinos
España cuenta con unos 8.000 km de costa donde se desarrollan ecosistemas de gran valor:
- Acantilados y costas rocosas: Especialmente desarrollados en la costa atlántica.
- Playas y sistemas dunares: Muy alterados por la urbanización y presión turística.
- Marismas y estuarios: Ecosistemas altamente productivos como las rías gallegas o las marismas de Doñana.
- Praderas submarinas: Destacando las de Posidonia oceanica en el Mediterráneo, vitales para la biodiversidad marina.
- Ecosistemas pelágicos y bentónicos: Con áreas de especial riqueza en el Mar de Alborán, el Golfo de Cádiz o el Mar Balear.
La biodiversidad marina española incluye unas 1.000 especies de peces, 5 de tortugas marinas, 30 de cetáceos y miles de invertebrados. Los ecosistemas marinos enfrentan amenazas como la contaminación, la pesca excesiva, el calentamiento de los mares y la acidificación.
Recursos biológicos de importancia económica
Recursos forestales
Los bosques españoles proporcionan diversos productos y servicios:
- Madera y leña: La producción maderera se concentra principalmente en la cornisa cantábrica (eucalipto y pino) y Cataluña.
- Corcho: España es el segundo productor mundial con áreas importantes en Extremadura, Andalucía y Cataluña.
- Resinas y otros productos no madereros: Piñones, castañas, setas, plantas aromáticas y medicinales.
- Servicios ecosistémicos: Protección contra la erosión, regulación hídrica, captación de CO₂, usos recreativos.
La gestión forestal sostenible ha ido ganando implantación, con un aumento de las superficies certificadas bajo sistemas como PEFC y FSC.
Recursos pesqueros
España posee una de las flotas pesqueras más importantes de la UE, aunque su dimensión se ha reducido progresivamente. Las principales zonas pesqueras son:
- Caladeros nacionales: Cantábrico, Golfo de Cádiz, Mediterráneo y Canarias.
- Caladeros comunitarios: Aguas de otros países de la UE.
- Caladeros internacionales: Atlántico Norte, África occidental, Índico, etc.
Las principales capturas incluyen sardina, anchoa, merluza, atún, pulpo y diversas especies demersales. La sobreexplotación ha llevado a la implementación de cuotas y paradas biológicas para asegurar la sostenibilidad.
La acuicultura ha crecido significativamente, destacando:
- Producción de mejillón en las rías gallegas.
- Piscicultura marina (dorada, lubina, rodaballo).
- Acuicultura continental (trucha).
Recursos agrícolas y ganaderos
La biodiversidad agraria española incluye:
- Variedades locales de cultivos adaptadas a condiciones específicas: Más de 600 variedades tradicionales de frutales, centenares de variedades de vid, olivo, cereales, etc.
- Razas ganaderas autóctonas: Unas 160 razas reconocidas oficialmente, muchas en peligro de extinción.
- Sistemas agrarios de alto valor natural: Dehesas, olivares tradicionales, cultivos de montaña, que combinan producción y conservación.
Estos recursos genéticos están amenazados por la homogeneización de la agricultura industrial, aunque existe un creciente interés por su conservación y valorización a través de denominaciones de origen, producción ecológica y otras estrategias de diferenciación.

Gestión y conservación de la biodiversidad
La protección de la biodiversidad española se articula a través de diversos instrumentos:
- Red de Espacios Naturales Protegidos: Incluye 15 Parques Nacionales y centenares de espacios con diferentes figuras de protección regional.
- Red Natura 2000: Ocupa más del 27% del territorio terrestre español, una de las mayores proporciones de Europa.
- Planes de recuperación de especies amenazadas: Con resultados dispares (éxitos con el lince ibérico o quebrantahuesos; dificultades con el oso pardo o el águila imperial).
- Bancos de germoplasma y centros de recursos fitogenéticos.
- Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
- Estrategias contra especies invasoras.
Los principales desafíos para la conservación incluyen:
- Fragmentación de hábitats por infraestructuras.
- Intensificación agrícola y abandono rural.
- Urbanización y presión turística.
- Contaminación y sobreexplotación de recursos.
- Especies exóticas invasoras.
- Impactos del cambio climático.
Recursos edáficos y agrológicos
Características y distribución de los suelos españoles
El suelo constituye un recurso natural fundamental, aunque frecuentemente infravalorado. España presenta una gran variedad edáfica derivada de su diversidad litológica, climática, topográfica y biológica.
Los principales tipos de suelos según la clasificación FAO incluyen:
- Cambisoles: Predominantes en áreas húmedas del norte y en zonas montañosas.
- Luvisoles: En superficies antiguas estables, especialmente en zonas de la Meseta.
- Calcisoles: Ampliamente distribuidos en áreas mediterráneas sobre sustratos calcáreos.
- Regosoles: En áreas de fuerte erosión, comunes en el sureste.
- Leptosoles: Suelos delgados sobre roca dura, frecuentes en áreas montañosas.
- Fluvisoles: Desarrollados sobre depósitos aluviales recientes, en vegas y riberas.
- Vertisoles: Sobre materiales arcillosos con propiedades de expansión-contracción, típicos de la campiña andaluza.
- Solonchaks: Suelos con acumulación de sales, en áreas endorreicas y marismas.
La calidad agrológica de estos suelos es muy variable, destacando por su fertilidad natural:
- Vegas fluviales del Guadalquivir, Ebro, Tajo y Guadiana.
- Llanuras litorales mediterráneas.
- Campos de Calatrava y La Mancha.
- Vegas intramontanas de Andalucía
Problemática de los suelos: erosión y desertificación
España es el país europeo con mayor riesgo de desertificación, entendida como la degradación de tierras en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Aproximadamente el 74% del territorio está en zonas susceptibles a este proceso.
La erosión del suelo afecta gravemente a grandes extensiones, con tasas que superan las 50 toneladas por hectárea y año en algunas áreas del sureste peninsular y sistemas béticos. Los factores que contribuyen a esta situación son:
- Factores naturales:
- Clima mediterráneo con lluvias torrenciales.
- Relieve accidentado con fuertes pendientes.
- Litologías fácilmente erosionables.
- Cobertura vegetal escasa en zonas áridas.
- Factores antrópicos:
- Deforestación histórica.
- Prácticas agrícolas inadecuadas.
- Abandono de cultivos en terrazas tradicionales.
- Incendios forestales recurrentes.
- Urbanización y sellado de suelos.
- Sobreexplotación de acuíferos que acentúa la aridez.
Las consecuencias de estos procesos incluyen:
- Pérdida de productividad agrícola.
- Colmatación de embalses.
- Inundaciones más intensas.
- Pérdida de biodiversidad.
- Emisión de CO₂ a la atmósfera.
Políticas de conservación y restauración de suelos
Para hacer frente a estos problemas, se han desarrollado diversas estrategias:
- Programa de Acción Nacional contra la Desertificación.
- Planes de reforestación de zonas degradadas.
- Promoción de la agricultura de conservación (mínimo laboreo, cubiertas vegetales).
- Restauración hidrológico-forestal en cabeceras de cuencas.
- Recuperación de terrazas y bancales tradicionales.
- Sistemas de alerta temprana de erosión y degradación.
Estas actuaciones se integran en el marco de la Estrategia Temática para la Protección del Suelo de la UE y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aunque la ausencia de una Directiva europea específica sobre suelos limita la eficacia de las políticas.
Recursos paisajísticos y patrimoniales
El paisaje como recurso natural y cultural
El paisaje, entendido como la percepción humana del territorio, constituye un recurso de creciente valoración social y económica. España cuenta con una extraordinaria diversidad paisajística resultado de la interacción secular entre factores naturales y actividades humanas.
El Convenio Europeo del Paisaje, ratificado por España, reconoce su valor como:
- Elemento fundamental del patrimonio natural y cultural.
- Componente esencial del entorno y bienestar humanos.
- Recurso económico y señal de identidad territorial.
Los principales tipos de paisajes españoles incluyen:
- Paisajes atlánticos: Caracterizados por su verdor, parcelación minifundista y asentamiento disperso.
- Paisajes mediterráneos: Con dominancia de cultivos leñosos, contrastes estacionales y núcleos concentrados.
- Paisajes de montaña: Con gradaciones altitudinales de vegetación y usos tradicionales en retroceso.
- Paisajes áridos: Propios del sureste, con formas erosivas características y adaptaciones humanas a la escasez hídrica.
- Paisajes insulares: Con especificidades propias derivadas de su condición oceánica y vulcanismo en Canarias.
Geodiversidad y patrimonio geológico
La geodiversidad española es excepcionalmente alta en el contexto europeo, fruto de una compleja historia geológica que ha generado:
- Afloramientos rocosos de todas las eras geológicas.
- Estructuras tectónicas representativas de diversos procesos orogénicos.
- Formas del relieve producto de múltiples dinámicas geomorfológicas.
- Yacimientos paleontológicos de relevancia internacional.
- Manifestaciones volcánicas y geotermales.
El Inventario Español de Lugares de Interés Geológico identifica más de 3.000 enclaves de valor científico, didáctico o turístico, muchos de los cuales forman parte de la Red de Geoparques Mundiales de la UNESCO (Cabo de Gata, Sobrarbe, Costa Vasca, etc.).
El patrimonio geológico se valora crecientemente como:
- Recurso científico para la comprensión de la historia de la Tierra.
- Atractivo turístico a través del geoturismo.
- Elemento identitario de numerosas comarcas.
- Soporte de biodiversidad específica.
Patrimonio natural y ecoturismo
El patrimonio natural español se protege a través de diversas figuras legales:
- Red de Parques Nacionales: Integrada por 16 espacios que representan los principales sistemas naturales españoles.
- Reservas de la Biosfera: España cuenta con 52 espacios reconocidos por UNESCO.
- Espacios naturales autonómicos: Con más de 1.700 áreas bajo distintas categorías de protección.
Este patrimonio constituye la base de un creciente sector de turismo de naturaleza o ecoturismo, que representa una alternativa económica para muchas áreas rurales y un complemento al modelo turístico tradicional de «sol y playa». Las principales modalidades incluyen:
- Observación de fauna: Especialmente aves (birdwatching) en humedales y espacios protegidos.
- Senderismo y montañismo: Con una extensa red de senderos homologados (GR, PR).
- Turismo activo: Piragüismo, escalada, barranquismo y otras actividades en entornos naturales.
- Turismo científico: Asociado a centros de investigación y estaciones biológicas.
- Agroturismo: Vinculado a paisajes culturales y actividades tradicionales.
El ecoturismo generó en 2019 más de 3.500 millones de euros y cerca de 23 millones de pernoctaciones, cifras que reflejan el potencial de este sector para la economía rural. Sin embargo, también plantea retos de capacidad de carga y posibles impactos en ecosistemas sensibles, lo que exige una planificación adecuada.

Desafíos de futuro en la gestión de los recursos naturales españoles
Cambio climático e impactos sobre los recursos naturales
España, por su situación geográfica y características, es especialmente vulnerable al cambio climático, cuyos efectos ya se perciben:
- Aumento de temperaturas superior a la media global (1,3°C desde la era preindustrial).
- Reducción de precipitaciones y mayor irregularidad de las mismas.
- Incremento de fenómenos extremos: sequías, olas de calor, lluvias torrenciales.
- Subida del nivel del mar que afecta a zonas costeras.
- Desplazamiento de ecosistemas hacia el norte y en altitud.
Estos cambios tienen implicaciones directas sobre los recursos naturales:
- Recursos hídricos: Reducción de aportaciones fluviales estimada entre un 10-25% para 2050, con mayor irregularidad estacional.
- Suelos: Aceleración de procesos erosivos y degradación.
- Biodiversidad: Alteraciones fenológicas, desplazamientos de especies, llegada de especies invasoras favorecidas por el calentamiento.
- Bosques: Mayor riesgo de incendios, plagas y enfermedades.
- Agricultura: Cambios en la viabilidad de cultivos y en los calendarios agrícolas.
- Recursos marinos: Alteraciones en las pesquerías por cambios en la temperatura del agua
Las estrategias de adaptación incluyen medidas como:
- Gestión adaptativa de los recursos hídricos.
- Restauración ecológica de ecosistemas degradados para aumentar su resiliencia.
- Corredores ecológicos que faciliten migraciones de especies.
- Diversificación de cultivos y recuperación de variedades tradicionales.
- Protección de sistemas dunares y humedales costeros.
Economía circular y gestión sostenible
El modelo de economía circular surge como alternativa al modelo lineal de «extraer-fabricar-usar-tirar», promoviendo el aprovechamiento eficiente de los recursos y la minimización de residuos. En España, la Estrategia Española de Economía Circular 2030 establece objetivos como:
- Reducir la generación de residuos un 15%.
- Disminuir el consumo de materias primas un 30%.
- Aprovechar energéticamente el 15% de los residuos no reciclables.
- Mejorar un 10% la eficiencia en el uso del agua.
La aplicación de estos principios a los recursos naturales implica:
- Minería sostenible: Incluye la reutilización de escombreras y la recuperación de materiales de residuos (minería urbana).
- Gestión forestal circular: Aprovechamiento integral de la biomasa y productos derivados de la madera.
- Ciclo integral del agua: Reutilización de aguas depuradas y aprovechamiento energético.
- Bioeconomía: Valorización de subproductos agrícolas, ganaderos y forestales.
El concepto de capital natural se incorpora progresivamente a la contabilidad económica, reconociendo el valor de los servicios ecosistémicos que proporcionan los recursos naturales más allá de su aprovechamiento directo.

Conflictos territoriales y participación ciudadana
La gestión de los recursos naturales en España ha estado históricamente marcada por conflictos territoriales que reflejan diferentes visiones sobre su aprovechamiento:
- Tensiones entre comunidades autónomas por el agua (trasvases).
- Oposición local a proyectos mineros o energéticos.
- Conflictos entre conservación y desarrollo turístico en el litoral.
- Controversias sobre la gestión de espacios protegidos.
La gobernanza de los recursos naturales evoluciona hacia modelos más participativos que incorporan:
- Procesos de participación pública en la planificación.
- Custodia del territorio como fórmula de implicación privada en la conservación.
- Gestión comunitaria de recursos como montes vecinales o sistemas de riego tradicionales.
- Ciencia ciudadana para el seguimiento del estado de los recursos.
Este enfoque intenta superar la tradicional dicotomía entre conservación y desarrollo, buscando modelos que integren la sostenibilidad ambiental, económica y social.
Conclusiones
Los recursos naturales de España presentan una notable diversidad y riqueza, reflejo de la complejidad geográfica y la larga historia de interacción humana con el medio. Esta dotación natural ha condicionado el desarrollo histórico del país y sigue siendo fundamento esencial de sectores económicos estratégicos como el turismo, la agricultura o las energías renovables.
Sin embargo, el inventario realizado muestra también significativas debilidades estructurales:
- Elevada dependencia energética externa.
- Vulnerabilidad hídrica ante el cambio climático.
- Procesos de degradación edáfica acelerados.
- Presiones sobre la biodiversidad y los ecosistemas.
La gestión sostenible de estos recursos plantea el reto de conciliar:
- La satisfacción de necesidades sociales y económicas crecientes.
- La preservación del capital natural para las generaciones futuras.
- La mitigación y adaptación al cambio climático.
- El cumplimiento de compromisos internacionales en materia ambiental.
Las políticas públicas juegan un papel fundamental en esta transición, especialmente en el marco del Pacto Verde Europeo y los fondos de recuperación post-pandemia, que priorizan la digitalización y la economía verde.
Finalmente, cabe destacar que la percepción social de los recursos naturales ha evolucionado notablemente, pasando de una visión meramente utilitarista a un reconocimiento creciente de sus valores intrísecos, su papel en el bienestar humano y su contribución a la identidad cultural y territorial. Esta evolución fundamenta una nueva relación con el entorno natural basada en el respeto, la responsabilidad y la sostenibilidad.
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