Entre las etapas tumultuosas de la Revolución Francesa, el Directorio (1795-1799) representa uno de sus capítulos más complejos y frecuentemente subestimados. Situado entre el sangriento Terror y la meteórica ascensión de Napoleón Bonaparte, este régimen republicano de cuatro años constituye una pieza fundamental para comprender la evolución política francesa y europea de finales del siglo XVIII.
Este período, marcado por contradicciones e inestabilidad, intentó consolidar los logros revolucionarios mientras buscaba desesperadamente un equilibrio político que nunca llegó a materializar plenamente. El Directorio representa, en muchos sentidos, una república en permanente crisis, acosada tanto por los nostálgicos del absolutismo como por los defensores de una democracia más radical.
A lo largo de este artículo, examinaremos las circunstancias que llevaron a su establecimiento, su estructura institucional, los principales desafíos que enfrentó y las razones de su eventual colapso, que abrió las puertas al Consulado y posteriormente al Imperio Napoleónico.
Los antecedentes: del Terror a Termidor
Para entender el surgimiento del Directorio, debemos remontarnos a la etapa inmediatamente anterior: el Terror (1793-1794). Bajo el liderazgo de Maximilien Robespierre y el Comité de Salvación Pública, Francia experimentó una radicalización revolucionaria caracterizada por una violencia política sin precedentes. Miles de personas fueron ejecutadas, acusadas de ser «enemigos de la Revolución», y el país vivió bajo un régimen de vigilancia y sospecha permanentes.
El 9 de termidor del año II según el calendario revolucionario (27 de julio de 1794), un grupo de convencionales temerosos de convertirse en las próximas víctimas orquestaron un golpe que derrocó y llevó a la guillotina a Robespierre y sus principales colaboradores. Esta Reacción Termidoriana inició un proceso de moderación política y desmantelamiento del aparato del Terror.
Los termidorianos, en su mayoría miembros de la burguesía enriquecida con la compra de bienes nacionales (propiedades confiscadas a la Iglesia y a los emigrados), buscaban ahora estabilidad para disfrutar de sus recién adquiridas posesiones. Como señala el historiador Georges Lefebvre: «Los termidorianos deseaban acabar con la dictadura revolucionaria, pero conservando las conquistas materiales de la Revolución».
Durante este período transitorio (julio 1794 – octubre 1795), la Convención Termidoriana enfrentó múltiples desafíos:
- Las insurrecciones populares de germinal y pradial del año III (abril y mayo de 1795), provocadas por la escasez y el hambre.
- El levantamiento realista en Quiberon (julio 1795).
- La persistente guerra contra las potencias europeas coaligadas.
- Una grave crisis económica con hiperinflación que devaluó drásticamente los asignados (papel moneda revolucionario).
En este contexto tumultuoso, los termidorianos decidieron redactar una nueva constitución que evitara tanto el «despotismo de uno solo» (monarquía) como el «despotismo de la multitud» (democracia radical).
La Constitución del Año III: fundamento legal del Directorio
El 22 de agosto de 1795 (5 fructidor del año III), la Convención aprobó la Constitución del Año III, diseñada principalmente por Pierre Daunou, François-Antoine Boissy d’Anglas y Jean-Denis Lanjuinais. Este texto fundamental establecía una república burguesa moderada con un sistema de sufragio censitario (basado en la propiedad) que excluía a las clases populares de la participación política.
Las características principales de esta constitución eran:
- Separación estricta de poderes para evitar la concentración que había caracterizado al Terror.
- Bicameralismo: Poder legislativo dividido en dos cámaras:
- Consejo de los Quinientos (proponer leyes).
- Consejo de los Ancianos (aprobar o rechazar las propuestas).
- Poder ejecutivo colegiado: Un Directorio de cinco miembros.
- Sufragio censitario indirecto de dos grados.
- Declaración de derechos y deberes que equilibraba libertades individuales con obligaciones ciudadanas.
Para evitar una posible restauración monárquica o un regreso de los jacobinos radicales, la Convención Termidoriana añadió el polémico «Decreto de los Dos Tercios«, que estipulaba que dos tercios de los nuevos consejos debían ser elegidos entre los miembros de la Convención. Esta medida provocó el levantamiento realista del 13 vendémiaire (5 de octubre de 1795), cuando las secciones acomodadas de París se rebelaron contra lo que consideraban una imposición antidemocrática.
Este levantamiento fue eficazmente reprimido por las tropas de la Convención bajo el mando del general Napoleón Bonaparte, quien empleó su famosa «whiff of grapeshot» (metralla) contra los insurgentes, ganándose el favor de los revolucionarios moderados y dando un paso crucial en su ascenso político.
Estructura y funcionamiento del Directorio
El Directorio propiamente dicho era un órgano ejecutivo colegiado compuesto por cinco miembros llamados Directores, elegidos por el Consejo de los Ancianos a partir de una lista presentada por el Consejo de los Quinientos. Cada año se renovaba un director, elegido por sorteo.
Los primeros cinco directores fueron:
- Lazare Carnot: Antiguo miembro del Comité de Salvación Pública, conocido como el «Organizador de la Victoria» por su papel en la reorganización del ejército revolucionario.
- Paul Barras: Figura influyente de la Reacción Termidoriana, conocido por su corrupción y vida extravagante.
- Louis-Marie de La Révellière-Lépeaux: Defensor del culto teofilantrópico, una religión cívica alternativa al catolicismo.
- Jean-François Reubell: Especialista en política exterior.
- Étienne-François Le Tourneur: El menos influyente de los directores iniciales.
El Directorio se instaló formalmente el 2 de noviembre de 1795 (11 brumario del año IV), en el Palacio de Luxemburgo. Cada director presidía por turnos durante tres meses, pero en la práctica Barras ejerció una influencia preponderante durante la mayor parte del período.
La administración directorial creó un sistema centralizado con comisarios enviados a los departamentos y municipios para asegurar la aplicación de las leyes. Estos funcionarios, dependientes directamente del poder ejecutivo, prefiguran el sistema de prefectos que posteriormente establecería Napoleón.
Las políticas del Directorio: entre pragmatismo y supervivencia
Política económica
El Directorio heredó una situación económica desastrosa, con una inflación galopante que había depreciado enormemente los asignados. En febrero de 1796, el papel moneda revolucionario fue oficialmente abandonado tras perder el 99% de su valor original.
Entre las principales medidas económicas destacaron:
- La creación de los mandatos territoriales, un nuevo papel moneda que también fracasó rápidamente.
- El retorno parcial a la economía metálica (monedas de oro y plata).
- El impuesto progresivo sobre la riqueza (impopular entre los burgueses).
- La consolidación del tercio de la deuda pública en 1797, que equivalía a una bancarrota parcial del Estado.
- El fin del máximum (control de precios), que generó una espiral inflacionaria inicial.
La situación económica mejoró gradualmente a partir de 1797, gracias en parte a los recursos obtenidos mediante las campañas militares victoriosas, especialmente en Italia y los Países Bajos. Sin embargo, las finanzas públicas siguieron siendo frágiles durante todo el período.
Política religiosa
La cuestión religiosa constituía uno de los temas más divisivos de la sociedad francesa. El Directorio adoptó una postura anticlerical, aunque menos radical que durante el Terror:
- Mantuvo la separación entre Iglesia y Estado establecida en 1795.
- Promovió el culto decadario y otras religiones cívicas como la teofilantropía.
- Aplicó con variable intensidad las leyes contra los sacerdotes refractarios (aquellos que no habían jurado lealtad a la Constitución Civil del Clero).
- Sustituyó las fiestas religiosas por festivales revolucionarios.
Esta política generó un persistente descontento en las zonas rurales, donde el catolicismo tradicional seguía profundamente arraigado. El historiador Michel Vovelle ha señalado que «la descristianización impuesta desde arriba encontró una resistencia pasiva pero efectiva entre la población rural».
Política exterior y militar
El ámbito donde el Directorio cosechó sus mayores éxitos fue sin duda el militar. Las victorias de los generales republicanos permitieron:
- Firmar la Paz de Basilea (1795) con Prusia y España.
- Conseguir anexiones territoriales en los Países Bajos y la orilla izquierda del Rin.
- Establecer repúblicas hermanas (Bátava, Helvética, Cisalpina, Romana) en territorios conquistados.
- Obtener importantes contribuciones económicas de los territorios ocupados.
La campaña de Italia (1796-1797) dirigida por el general Bonaparte resultó especialmente fructífera, culminando con el Tratado de Campo Formio (octubre 1797) que consagró la hegemonía francesa en Italia y disolvió la Primera Coalición.
Sin embargo, la Expedición a Egipto (1798-1799), también liderada por Bonaparte, resultó un costoso fracaso estratégico que contribuyó a la formación de la Segunda Coalición contra Francia.
Las crisis políticas: Un régimen en la cuerda floja
El Directorio navegó constantemente entre dos amenazas: los realistas (partidarios de restaurar la monarquía) y los neojacobinos (defensores de una democracia social más avanzada). Esta posición incómoda generó una inestabilidad crónica que se manifestó en sucesivos golpes de estado:
La Conspiración de los Iguales (1796)
Liderada por François-Noël Babeuf (conocido como «Gracchus» Babeuf), esta conspiración representa uno de los primeros movimientos socialistas de la historia. Babeuf y sus seguidores defendían la abolición de la propiedad privada y la redistribución igualitaria de la riqueza.
Denunciada antes de poder materializarse, la conspiración terminó con la ejecución de Babeuf y Augustin Darthé en mayo de 1797. El historiador Albert Soboul considera que «con Babeuf, el movimiento popular de la Revolución alcanzó su expresión más radical y coherente».
El Golpe de Estado del 18 Fructidor (4 septiembre 1797)
Las elecciones de 1797 dieron la victoria a los monárquicos constitucionales, amenazando con un posible retorno de los Borbones. Tres directores (Barras, La Révellière-Lépeaux y Reubell) recurrieron al ejército para anular los resultados electorales, purgando a los realistas de los Consejos y destituyendo a los directores Carnot y Barthélemy, quienes fueron sustituidos por François de Neufchâteau y Philippe-Antoine Merlin de Douai.
Este golpe se justificó como necesario para «salvar la República» de una restauración monárquica, pero en realidad supuso un grave retroceso para la legalidad constitucional. Se reinstauraron medidas excepcionales como:
- Deportación de sacerdotes refractarios y emigrados retornados.
- Cierre de periódicos monárquicos.
- Restablecimiento parcial de las leyes contra los sospechosos.
- Anulación de elecciones en 49 departamentos.
El historiador François Furet señala que «con el 18 Fructidor, el Directorio rompió la legalidad que pretendía defender, iniciando un ciclo de golpes de Estado que socavaron su propia legitimidad».

El Golpe de Estado del 22 Floreal (11 mayo 1798)
Cuando las elecciones de 1798 favorecieron esta vez a los neojacobinos (izquierda republicana), el Directorio volvió a intervenir para anular resultados, invalidando la elección de 106 diputados. Esta manipulación sistemática del proceso electoral deterioró gravemente la credibilidad del régimen.
El director François de Neufchâteau fue reemplazado por Jean-Baptiste Treilhard, manteniendo la orientación política del ejecutivo.
La «Ley de Rehenes» y el Golpe del 30 Pradial (18 junio 1799)
La formación de la Segunda Coalición contra Francia en 1798-1799 (Gran Bretaña, Austria, Rusia, Imperio Otomano, Nápoles) generó una serie de derrotas militares que debilitaron al Directorio. Las potencias extranjeras aprovecharon la ausencia de Bonaparte en Egipto para contraatacar.
En este contexto de emergencia, el Directorio aprobó medidas excepcionales como la Ley de Rehenes (12 julio 1799), que establecía la toma de rehenes entre las familias de emigrados y la Ley Jourdan que instauró el servicio militar obligatorio (origen de la célebre «conscripción»).
Estas medidas impopulares, junto con la crisis económica y las derrotas militares, precipitaron el Golpe del 30 Pradial, cuando los Consejos forzaron la dimisión de los directores Treilhard, Merlin de Douai y La Révellière-Lépeaux, reemplazándolos por Louis-Jérôme Gohier, Roger Ducos y el general Jean-François Bernadotte. Este golpe parlamentario marcó el ascenso de los neojacobinos, con Emmanuel Sieyès (elegido director en mayo) como figura central entre bastidores.
El fin del Directorio: El Golpe de Brumario
Sieyès, consciente de la inestabilidad crónica del sistema, estaba convencido de la necesidad de una reforma constitucional profunda. Según sus propias palabras: «Necesitamos una espada» para proteger un nuevo régimen más estable. Tras contemplar varios candidatos (generales Joubert y Moreau), finalmente se decidió por Napoleón Bonaparte, quien acababa de regresar secretamente de Egipto envuelto en un aura de prestigio militar.
El 18-19 Brumario (9-10 noviembre 1799)
El golpe se desarrolló en dos jornadas:
El 18 Brumario, mediante un decreto basado en falsos rumores de conspiración, los Consejos fueron trasladados a Saint-Cloud, supuestamente para garantizar su seguridad. Tres directores (Sieyès, Ducos y Barras) dimitieron, dejando al ejecutivo sin quórum legal.
El 19 Brumario, Bonaparte intentó convencer a los Consejos de la necesidad de cambios constitucionales, pero encontró una fuerte resistencia, especialmente en el Consejo de los Quinientos, donde algunos diputados intentaron declararlo fuera de la ley (la misma medida que había llevado a Robespierre a la guillotina). Ante esta situación crítica, su hermano Lucien Bonaparte, presidente de los Quinientos, y las tropas comandadas por Murat intervinieron disolviendo la asamblea por la fuerza.
Esa misma noche, un remanente sumiso de los Consejos aprobó la abolición del Directorio y la creación de un Consulado Provisional formado por Bonaparte, Sieyès y Ducos, encargados de preparar una nueva constitución.
El historiador Patrice Gueniffey observa que «el golpe del 18 Brumario no fue un golpe militar clásico, sino una complicada operación politica que combinó la legalidad aparente con la coacción militar en momentos decisivos».
Balance y legado: ¿un paréntesis o una etapa crucial?
El Directorio ha sido tradicionalmente considerado como un período de transición, un simple intervalo entre el Terror jacobino y el Consulado bonapartista. Sin embargo, historiadores contemporáneos como Martyn Lyons, Howard Brown y Denis Woronoff han reevaluado su importancia como un laboratorio político fundamental.
Logros del Directorio
A pesar de su inestabilidad, el régimen directorial consiguió algunos logros significativos:
- Pacificación interna relativa: Después del Terror, redujo considerablemente la violencia política institucionalizada.
- Éxitos militares que consolidaron las fronteras «naturales» de Francia.
- Difusión internacional de los ideales revolucionarios a través de las «repúblicas hermanas».
- Bases administrativas modernas que Bonaparte perfeccionaría posteriormente.
- Estabilización económica parcial tras el colapso del sistema de asignados.
Fracasos y contradicciones
Sin embargo, el Directorio nunca logró resolver sus contradicciones fundamentales:
- Crisis de legitimidad: Al manipular repetidamente los resultados electorales, socavó su propia base constitucional.
- Dependencia militar creciente: El recurso al ejército para resolver crisis políticas fortaleció a los generales como Bonaparte.
- Inestabilidad institucional: La rigidez constitucional y la falta de mecanismos de resolución de conflictos entre poderes.
- Corrupción endémica: Personificada en figuras como Barras y los «nuevos ricos» especuladores.
- Incapacidad para reconciliar la nación: La política religiosa siguió alienando a gran parte de la población rural.
El historiador Jean-René Suratteau señala que «el Directorio vivió permanentemente entre la espada y la pared, incapaz de encontrar un punto de equilibrio entre fuerzas antagonistas».
¿El germen del bonapartismo?
Quizás el legado más duradero del Directorio fue preparar el terreno para el ascenso de Bonaparte. Las características que facilitaron esta transición fueron:
- La centralización administrativa que prefiguró el sistema prefectoral napoleónico.
- La dependencia del poder civil respecto al militar para su supervivencia.
- El desgaste del parlamentarismo en la opinión pública.
- La búsqueda de un «hombre fuerte» capaz de garantizar orden y estabilidad.
- El pragmatismo ideológico que favorecía resultados sobre principios.
Como apunta el historiador Georges Lefebvre: «El Directorio llevó a cabo una labor de síntesis entre el Antiguo Régimen y la Revolución que Napoleón completaría con mayor eficacia».
Las mujeres durante el Directorio: ¿nuevas libertades o reacción?
Uno de los aspectos menos estudiados del período directorial es la situación de las mujeres. Tras la represión de los movimientos femeninos militantes en 1793 (como la Sociedad de Mujeres Revolucionarias de Claire Lacombe), el Directorio supuso una etapa contradictoria.
Por un lado, las «Merveilleuses» (Maravillosas) representaban una nueva libertad en las costumbres y la moda, con sus vestidos inspirados en la antigüedad clásica, a veces escandalosamente transparentes. Figuras como Thérésa Tallien o Joséphine de Beauharnais (futura emperatriz) brillaban en los salones parisinos, ejerciendo una influencia indirecta pero real en la política.
Por otro lado, la legislación seguía sin reconocer derechos políticos a las mujeres, y el Código Civil que se preparaba (finalmente promulgado por Napoleón) consagraría juridicamente su subordinación. Como señala la historiadora Dominique Godineau, «las ganancias de las mujeres durante la Revolución fueron más culturales que legales, y siempre frágiles».
El Directorio y la cultura: entre frivolidad y clasicismo
El período directorial supuso una liberación tras la austeridad impuesta durante el Terror. La cultura del Directorio se caracterizó por:
- Salones y bailes públicos: Espacios de sociabilidad que recuperaron vigor.
- Moda extravagante: Los «incroyables» (hombres) y «merveilleuses» (mujeres) con estilos provocativos.
- Neoclasicismo: En arquitectura y artes visuales, representado por Jacques-Louis David.
- Especulación intelectual: Con ideólogos como Destutt de Tracy o Cabanis.
El artista y cronista Louis-Sébastien Mercier describió la sociedad del Directorio como «una mezcla extraña de miseria y lujo, donde la frivolidad coexiste con la seriedad republicana».
Conclusión: el Directorio, laboratorio de la modernidad política
El Directorio representó un intento de institucionalizar la Revolución dentro de un marco republicano moderado. Su fracaso ilustra las dificultades inherentes a la transición desde un régimen absoluto a un sistema representativo estable, especialmente en un contexto de guerra exterior y divisiones internas profundas.
Lejos de ser un mero paréntesis histórico, el Directorio constituyó un verdadero laboratorio político donde se experimentaron soluciones a problemas fundamentales que seguirían definiendo la política francesa durante el siglo XIX: la relación entre poder civil y militar, la integración de las masas en el proceso político, la tensión entre libertad y orden, la cuestión religiosa.
Su mayor paradoja reside en que, intentando evitar tanto el despotismo como la anarquía, acabó allanando el camino para una nueva forma de autocracia encarnada por Napoleón Bonaparte. Como escribió Alexis de Tocqueville décadas después: «Las revoluciones que comienzan en nombre de la libertad frecuentemente terminan reforzando el poder del Estado».
El estudio del Directorio nos recuerda que las transiciones democráticas son procesos complejos y frágiles, donde los principios deben encontrar encarnación en instituciones capaces de resolver conflictos sin recurrir constantemente a medidas excepcionales. Una lección que mantiene plena vigencia en nuestros días.
Referencias bibliográficas
Biard, M., & Bourdin, P. (2016). La Révolution française: une histoire toujours vivante. Tallandier.
Brown, H. G. (2007). Ending the French Revolution: Violence, Justice, and Repression from the Terror to Napoleon. University of Virginia Press.
Furet, F. (1988). La Révolution: de Turgot à Jules Ferry, 1770-1880. Hachette.
Gendron, F. (1979). La Jeunesse dorée: épisodes de la Révolution française. Presses Universitaires du Québec.
Godineau, D. (2015). Les femmes dans la France révolutionnaire. Armand Colin.
Lefebvre, G. (2011). La Revolución Francesa y el Imperio. Fondo de Cultura Económica.
Lyons, M. (1975). France under the Directory. Cambridge University Press.
Mathiez, A. (1977). La Revolución Francesa. Labor.
Palmer, R. R. (1970). The Age of the Democratic Revolution: A Political History of Europe and America, 1760-1800. Princeton University Press.
Soboul, A. (1983). La Revolución Francesa. Tecnos.
Tulard, J. (1985). Le Directoire et le Consulat. Presses Universitaires de France.
Vovelle, M. (1995). La Revolución Francesa: cambios y permanencias. Crítica.
Woronoff, D. (1984). La République bourgeoise: de Thermidor à Brumaire, 1794-1799. Éditions du Seuil.
Woloch, I. (2019). The New Regime: Transformations of the French Civic Order, 1789-1820s. W.W. Norton.
Suratteau, J. R. (1996). Le Directoire: Révolution française. Presses Universitaires de France.
Brunel, F. (2004). Thermidor: La chute de Robespierre. Éditions Complexe.
Gueniffey, P. (2008). Le Dix-huit Brumaire: L’épilogue de la Révolution française. Gallimard.
Serna, P. (2005). La République des girouettes. Champ Vallon.
Bertaud, J. P. (1990). La France de Napoléon: 1799-1815. Messidor.
Morabito, M. (2014). Histoire constitutionnelle de la France (1789-1958). LGDJ.
Aulard, A. (1902). Histoire politique de la Révolution française. Armand Colin.
Biard, M. (2008). Missionnaires de la République: Les représentants du peuple en mission (1793-1795). CTHS.