El síndrome de Münchhausen, catalogado en el DSM-IV como Trastorno Facticio [300.xx] y en la Clasificación de la OMS CIE 10 como F68.1, es un trastorno mental intrigante que se caracteriza por la creación deliberada de síntomas físicos o psicológicos con el fin de asumir el papel de un enfermo necesitado de atención. Este comportamiento, conscientemente ejecutado pero impulsado por una necesidad compulsiva de ser cuidado y considerado por otros, puede manifestarse a través de autolesiones, como cortes o la inyección de sustancias tóxicas, con el objetivo de inducir síntomas o lesiones aparentes.
Historia y síntomas
El Síndrome de Münchhausen, designado por el doctor Asher en 1951, es una entidad patológica que se caracteriza por la creación deliberada de síntomas físicos o psicológicos sin motivaciones externas evidentes, con el propósito de asumir el papel de un enfermo necesitado de atención. Aunque se incluye en el espectro de los trastornos facticios, se distingue de la simulación pura por la falta de beneficio secundario consciente por parte del paciente. En cambio, el individuo con este síndrome experimenta una necesidad psicológica de asumir el rol de enfermo, lo que refleja un estado psicopatológico.
Los síntomas pueden variar ampliamente y no están limitados por los conocimientos médicos, pudiendo incluir desde dolores inespecíficos hasta lesiones autoinfligidas como fracturas o ingestión de sustancias tóxicas. La presentación dramática y exagerada de los síntomas, combinada con un conocimiento detallado de la terminología médica, puede llevar a múltiples intervenciones médicas y hospitalizaciones repetidas, convirtiendo al paciente en un «paciente peregrino».
Diagnóstico
Es fundamental destacar que estos pacientes pueden ser tan convincentes en la simulación del dolor y la presencia de sangre que pueden generar múltiples investigaciones y tratamientos médicos, a pesar de que los resultados sean consistentemente negativos. La OMS distingue este comportamiento como el de un «paciente peregrino», que busca atención médica en diferentes hospitales de manera repetida, y lo diferencia de la simulación pura o falsificación de síntomas.
El diagnóstico diferencial del Síndrome de Münchhausen implica descartar otros trastornos mentales que puedan producir síntomas físicos, como el trastorno depresivo mayor o el trastorno de somatización. La relación médico-paciente se ve afectada, con el médico convirtiéndose en un detective y el paciente en un manipulador que boicotea los tratamientos.
El tratamiento es complejo y suele requerir intervenciones psicológicas para abordar las causas subyacentes del comportamiento. Sin embargo, algunos pacientes pueden no responder al tratamiento y pueden experimentar complicaciones graves debido a las múltiples intervenciones médicas innecesarias.
Trastorno facticio infligido a otros
El trastorno facticio infligido a otro, anteriormente conocido como síndrome de Münchhausen por poder, es un trastorno mental complejo que se manifiesta en cuidadores adultos, quienes provocan o atribuyen a la persona bajo su cuidado enfermedades físicas o mentales, lesiones u otros estados patológicos. Esta conducta se asemeja al trastorno facticio autoinfligido, pero en lugar de afectar al individuo que presenta los síntomas, afecta a otra persona. Cuando la víctima es un menor de edad, esta forma de maltrato infantil puede ser potencialmente mortal.
El término «síndrome de Münchhausen por poder» fue acuñado por el pediatra Sir Roy Meadows en 1967, quien describió este fenómeno en el contexto de madres que provocan enfermedades en sus hijos para llamar la atención. A lo largo del tiempo, se han documentado varios casos de este trastorno, que ahora se conoce como trastorno facticio infligido a otro o factitious disorder imposed on another (FDIA).
Diagnóstico por poderes
Las características descriptivas del trastorno facticio infligido a otro incluyen la creación o invención de signos o síntomas físicos o psicológicos en la persona bajo cuidado del paciente, presentando engañosamente a esta persona como enferma o lesionada. Este comportamiento se realiza sin buscar un beneficio material y puede resultar en exámenes y tratamientos médicos innecesarios, a menudo dolorosos o perjudiciales para la víctima.
Los pacientes con este trastorno pueden llevar a la víctima a múltiples médicos en busca de diagnósticos que satisfagan sus necesidades, y pueden manipular resultados de pruebas o simular síntomas para mantener la apariencia de enfermedad. La víctima, por lo general un menor u otra persona vulnerable, puede experimentar una variedad de síntomas difíciles de explicar, lo que lleva a una serie de exámenes y tratamientos médicos sin sentido.
El trastorno facticio infligido a otro puede presentarse junto con otros trastornos mentales, como el trastorno narcisista de la personalidad o el trastorno límite de la personalidad, y su diagnóstico y tratamiento son complejos. El tratamiento suele incluir psicoterapia, terapia familiar y, en casos severos, hospitalización psiquiátrica temporal. Sin embargo, confrontar abiertamente al paciente puede ser contraproducente, y el tratamiento también se centra en ayudar a la víctima a recuperarse de los efectos físicos y mentales del abuso.
Epidemiología y tratamiento
En cuanto a la epidemiología, el trastorno facticio infligido a otro es una enfermedad rara, pero con una prevalencia mayor de la que se estimaba en el pasado. A menudo, las víctimas son personas indefensas o de difícil defensa, especialmente menores de edad, y el diagnóstico puede ser difícil debido a la falta de manifestaciones evidentes.
La prognosis y el tratamiento del trastorno dependen de la actitud del paciente y de la gravedad del abuso hacia la víctima. El tratamiento busca curar los efectos y secuelas tanto físicos como mentales del abuso, y puede requerir la intervención judicial para proteger a la víctima y garantizar un tratamiento efectivo para todos los involucrados.