El mundo de los dinosaurios depredadores suele evocar inmediatamente la imagen del famoso Tyrannosaurus rex, sin embargo, millones de años antes de que este icónico reptil dominase los ecosistemas norteamericanos, otro gigantesco carnívoro recorría aquellos territorios: el Acrocanthosaurus. Con un nombre que literalmente significa «lagarto de espinas altas», este impresionante terópodo representa uno de los mayores depredadores de su tiempo y una pieza fundamental para comprender la evolución de los grandes carnívoros dinosaurianos durante el periodo Cretácico inferior, aproximadamente entre 125 y 100 millones de años atrás.
Este fascinante animal no solo destaca por su tamaño colosal, comparable al de los más grandes predadores terrestres que han existido, sino también por sus peculiaridades anatómicas, especialmente la presencia de enormes apófisis espinosas (prolongaciones óseas) que se extendían desde sus vértebras, formando una suerte de «vela» o cresta a lo largo de su espalda y que le confieren su característico nombre científico.
A través de este artículo profundizaremos en la biología, paleoecología e importancia científica del Acrocanthosaurus, un dinosaurio que, a pesar de no gozar de la fama mediática de otros terópodos, constituyó una de las más impresionantes «máquinas de cazar» que hayan pisado nuestro planeta.
Descubrimiento e historia taxonómica
Los primeros hallazgos
La historia del descubrimiento del Acrocanthosaurus comienza en la década de 1940, cuando los paleontólogos estadounidenses J. Willis Stovall y Wann Langston Jr. descubrieron los primeros restos de este dinosaurio en el sureste de Oklahoma, Estados Unidos. Específicamente, estos fósiles provenían de la Formación Antlers, datada en el Cretácico inferior (periodo Aptiense-Albiense, aproximadamente 115 millones de años atrás).
En 1950, Stovall y Langston publicaron la descripción formal de la especie, denominándola Acrocanthosaurus atokensis. El nombre genérico deriva de los términos griegos «akros» (alto), «akantha» (espina) y «sauros» (lagarto), en clara alusión a las altas espinas neurales que presentaban sus vértebras. El epíteto específico «atokensis» hace referencia al condado de Atoka, Oklahoma, lugar donde se encontraron los primeros especímenes.
Sin embargo, tras este descubrimiento inicial, el Acrocanthosaurus permaneció relativamente poco estudiado durante décadas. Los especímenes originales eran fragmentarios y, aunque suficientes para establecer un nuevo taxón, limitaban el conocimiento detallado de su anatomía y relaciones evolutivas.
Descubrimientos posteriores y conocimiento actual
La situación cambió significativamente en 1983, cuando un equipo liderado por Cephis Hall y Sid Love descubrió un espécimen excepcionalmente completo (aproximadamente el 70% del esqueleto) en la Formación Twin Mountains de Texas, que data también del Cretácico inferior. Este espécimen, conocido como SMU 74646 (alojado en el Southern Methodist University Museum), proporcionó una visión mucho más completa de la anatomía del Acrocanthosaurus y revitalizó el interés científico por este depredador.
Un hallazgo posterior aún más completo, denominado NCSM 14345 (North Carolina State Museum), descubierto en la década de 1990, ha contribuido enormemente a nuestro conocimiento actual sobre este dinosaurio. Este espécimen incluye un cráneo casi completo y aproximadamente el 60% del esqueleto postcraneal, convirtiéndose en la referencia principal para los estudios modernos sobre este terópodo.
En cuanto a su clasificación taxonómica, el Acrocanthosaurus ha experimentado diversas reubicaciones. Inicialmente fue considerado un megalosáurido, posteriomente se lo clasificó como un allosáurido, y actualmente la mayoría de los paleontólogos lo ubican dentro de la familia Carcharodontosauridae, un grupo de grandes terópodos que incluye algunos de los mayores depredadores terrestres conocidos, como Giganotosaurus, Carcharodontosaurus y Mapusaurus.
Características anatómicas distintivas
Tamaño y proporciones generales
El Acrocanthosaurus se cuenta entre los mayores dinosaurios terópodos conocidos. Los estudios basados en los especímenes más completos indican que alcanzaba una longitud total de entre 11 y 12 metros, una altura a la cadera de aproximadamente 2,4 metros y un peso estimado de entre 5 y 7 toneladas.
Estas dimensiones lo sitúan como uno de los mayores depredadores de su tiempo y, aunque no llegaba a las proporciones colosales de algunos carcharodontosáuridos sudamericanos como el Giganotosaurus o del famoso Tyrannosaurus rex, sin duda constituía una presencia imponente en los ecosistemas del Cretácico inferior norteamericano.
La espectacular «vela» dorsal
Sin duda, el rasgo más característico del Acrocanthosaurus, y el que le da nombre, son las notablemente elongadas apófisis espinosas de sus vértebras. Estas estructuras óseas, que se proyectan hacia arriba desde las vértebras dorsales, cervicales y caudales proximales, podían alcanzar longitudes de hasta 50 centímetros en su punto máximo.
Esta peculiaridad anatómica habría resultado en una elevada cresta o «vela» que recorría el dorso del animal, desde el cuello hasta la base de la cola. Es importante señalar que, a diferencia de dinosaurios como el Spinosaurus, cuyas espinas neurales eran aún más alargadas y posiblemente soportaban una vela membranosa, las del Acrocanthosaurus eran más robustas y probablemente estaban embebidas en una potente musculatura dorsal.
Los paleontólogos han propuesto diversas hipótesis sobre la funcion de estas estructuras:
- Termorregulación: Podrían haber servido para disipar el exceso de calor o absorber radiación solar.
- Exhibición social: Posiblemente funcionaron como estructuras de exhibición para el cortejo o la competencia intraespecífica.
- Anclaje muscular: La interpretación más aceptada actualmente es que servían como puntos de anclaje para una poderosa musculatura dorsal que reforzaba la columna vertebral, proporcionando mayor estabilidad y fuerza durante la caza.
Cráneo y dentición
El cráneo del Acrocanthosaurus era masivo y robusto, con una longitud aproximada de 1,3 metros. Presentaba la forma típicamente alargada y comprimida lateralmente característica de los grandes terópodos, con numerosas fenestraciones (aberturas) que aligeraban su peso sin comprometer su resistencia estructural.
Su dentición era formidable, con dientes serrados, comprimidos lateralmente y curvados hacia atrás, adaptados para desgarrar carne. Los dientes más grandes, situados en la parte frontal de las mandíbulas, podían alcanzar los 10 centímetros de longitud (incluyendo la raíz).
Una característica particular del cráneo de este dinosaurio era la presencia de crestas óseas relativamente prominentes sobre los ojos, similares a las observadas en otros carcharodontosáuridos y allosáuridos, que posiblemente servían para la exhibición o como protección de los ojos durante enfrentamientos con presas o congéneres.
Extremidades y locomoción
Las extremidades anteriores del Acrocanthosaurus, aunque proporcionalmente reducidas como en otros grandes terópodos, eran robustas y estaban equipadas con tres dedos terminados en garras afiladas. Si bien no eran tan reducidas como las del Tyrannosaurus, tampoco eran tan desarrolladas como las de los espinosáuridos o los allosáuridos primitivos.
Los miembros posteriores eran potentes y adaptados para una locomoción bípeda eficiente. Los estudios biomecánicos sugieren que, a pesar de su gran tamaño, el Acrocanthosaurus podría haber sido un depredador relativamente ágil, capaz de alcanzar velocidades estimadas de entre 20 y 30 km/h en carreras cortas.
Una característica interesante es la presencia de un ilion (uno de los huesos de la cadera) elongado, que proporcionaba una mayor superficie para la inserción de la musculatura de las piernas, sugiriendo una locomoción potente y posiblemente una capacidad para realizar aceleraciones explosivas durante la caza.
Paleoecología y comportamiento depredador
Hábitat y distribución geográfica
El Acrocanthosaurus habitó lo que hoy es el sur-centro de Estados Unidos durante el Cretácico inferior (periodos Aptiense y Albiense, aproximadamente entre 125 y 100 millones de años atrás). Los fósiles de este dinosaurio se han encontrado principalmente en tres formaciones geológicas:
- Formación Antlers (Oklahoma y Texas)
- Formación Twin Mountains (Texas)
- Formación Cloverly (Wyoming y Montana)
El paleoambiente en el que vivió este depredador consistía en planicies costeras húmedas, deltas y ambientes fluviales, con un clima subtropical a tropical. La vegetación habría estado dominada por coníferas, ginkgos, cicádales y helechos, sin presencia de plantas con flores (angiospermas), que apenas comenzaban su diversificación durante este período.
Fauna contemporánea
El Acrocanthosaurus compartía su ecosistema con una variada fauna dinosauriana que incluía:
- Grandes dinosaurios saurópodos como Sauroposeidon y Astrodon
- Ornitópodos como el Tenontosaurus
- Anquilosaurios como el Sauropelta
- Otros terópodos de menor tamaño
Además, los ecosistemas incluían diversos reptiles no dinosaurianos (cocodrilos, tortugas, pterosaurios), mamíferos primitivos, anfibios y una rica fauna acuática en los numerosos sistemas fluviales y áreas costeras.
Estrategias de caza y alimentación
Como principal depredador de su ecosistema, el Acrocanthosaurus habría ocupado el ápice de la cadena trófica. Su anatomía sugiere que era un cazador activo, capaz de abatir presas de gran tamaño, posiblemente incluyendo saurópodos juveniles o adultos de menor tamaño.
Los análisis biomecánicos de su cráneo indican una mordida potente, aunque no tan devastadora como la del posterior Tyrannosaurus rex. Esto sugiere que su estrategia de caza podría haber consistido en:
- Persecución e intercepción de la presa
- Ataques mediante mordidas iniciales para debilitar y provocar hemorragias
- Seguimiento de la presa herida hasta su desangrado y agotamiento
Una evidencia fascinante de su comportamiento depredador proviene de la Formación Glen Rose en Texas, donde se han descubierto huellas fosilizadas (icnitas) que parecen mostrar a un Acrocanthosaurus siguiendo a un saurópodo. Estas icnitas, conocidas como las «Huellas de Paluxy», representan uno de los pocos registros de comportamiento depredador directo en el registro fósil de dinosaurios.
Las grandes espinas neurales que caracteriza a este dinosaurio probablemente proporcionaban un anclaje para una potente musculatura dorsal que le otorgaba la fuerza necesaria para sujetar presas de gran tamaño, compensando así la relativa reducción de sus extremidades anteriores.
Relaciones evolutivas
Posición filogenética
Como hemos mencionado, actualmente el Acrocanthosaurus se clasifica dentro de la familia Carcharodontosauridae, un grupo de grandes terópodos que alcanzó una distribución prácticamente global durante el Cretácico. Esta clasificación se basa en diversos rasgos compartidos, como las características del cráneo, la dentición y ciertos aspectos del esqueleto postcraneal.
Dentro de los carcharodontosáuridos, el Acrocanthosaurus ocupa una posición relativamente basal, aunque más derivada que géneros como Concavenator o Neovenator. Sus parientes más cercanos incluirían a los gigantescos carcharodontosáuridos gondwánicos como Giganotosaurus, Mapusaurus y Carcharodontosaurus.
Su posición filogenética resulta particularmente interesante desde un punto de vista paleobiogeográfico, ya que representa uno de los pocos carcharodontosáuridos conocidos de Laurasia (el supercontinente norte), mientras que la mayoría de los miembros de esta familia se han encontrado en los continentes sureños derivados de Gondwana.
Significado evolutivo
El Acrocanthosaurus representa un importante eslabón en la comprensión de la evolución de los grandes terópodos. Su existencia durante el Cretácico inferior en Norteamérica ilustra como los carcharodontosáuridos ocuparon el nicho ecológico de superpredadores en múltiples continentes antes del ascenso de los tiranosáuridos.

La presencia de las altas espinas neurales vertebrales también proporciona un interesante caso de evolución convergente con otros linajes de dinosaurios no relacionados directamente, como los espinosáuridos (por ejemplo, Spinosaurus) y ceratosaurios (como Ceratosaurus), que desarrollaron estructuras similares pero con probables funciones diferentes. Este fenómeno ilustra cómo presiones selectivas similares pueden conducir a soluciones anatómicas convergentes en linajes evolutivamente separados.
Además, el estudio del Acrocanthosaurus ha contribuido significativamente a nuestra comprensión de las complejas dinámicas biogeográficas del Cretácico, sugiriendo posibles conexiones terrestres intermitentes entre los continentes del norte y del sur que permitieron el intercambio de fauna, incluyendo grandes terópodos.
Importancia paleontológica y estudios recientes
Espécimenes relevantes
Actualmente se conocen varios especímenes de Acrocanthosaurus, siendo los más significativos:
- OMNH 10146 (anteriormente MUO 8-0-S9): El holotipo, descubierto en Oklahoma y descrito originalmente por Stovall y Langston. Consiste en un esqueleto parcial que incluye vértebras, costillas, elementos de la cadera y huesos de las extremidades.
- SMU 74646: Un espécimen aproximadamente 70% completo descubierto en Texas en 1983. Ha proporcionado información valiosa sobre la anatomía del animal, aunque carece de un cráneo completo.
- NCSM 14345: Probablemente el espécimen más completo, descubierto en 1996 en la Formación Twin Mountains de Texas. Incluye un cráneo casi completo y aproximadamente el 60% del esqueleto postcraneal. Actualmente se exhibe en el Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte.
- MCCM-B-C-1: Un esqueleto parcial procedente de la Formación Yellow Cat de Utah, que ha ampliado el rango de distribución conocido de este dinosaurio.
Estos especímenes han permitido reconstrucciones cada vez más precisas de la anatomía y apariencia del Acrocanthosaurus, refinando nuestro conocimiento sobre este depredador a lo largo de las décadas.
Estudios biomecánicos y paleohistológicos
En los últimos años, el Acrocanthosaurus ha sido objeto de diversos estudios especializados que han arrojado luz sobre aspectos fascinantes de su biología:
- Análisis biomecánicos del cráneo han permitido estimar su fuerza de mordida y probable estrategia de alimentación. Un estudio publicado por Rayfield et al. (2001) sugiere que su cráneo estaba optimizado para resistir las fuerzas generadas durante ataques a presas grandes, con un comportamiento de «morder y tirar» similar al de los cocodrilos actuales.
- Estudios paleohistológicos (análisis microscópicos de la estructura ósea) realizados en huesos largos han proporcionado datos sobre su tasa de crecimiento, longevidad estimada y madurez sexual. Estos análisis indican que, como otros grandes terópodos, el Acrocanthosaurus experimentaba un rápido crecimiento durante sus primeros años de vida, alcanzando la madurez sexual probablemente entre los 10 y 12 años, con una longevidad estimada de aproximadamente 25-30 años.
- Investigaciones sobre las espinas neurales han revelado patrones de estrés biomecánico y posibles inserciones musculares, respaldando la hipótesis de que estas estructuras servían principalmente como anclaje para una potente musculatura axial, más que como soporte de una vela termorreguladora.
Icnología: el registro de las huellas
Un aspecto particularmente fascinante de la paleontología del Acrocanthosaurus se encuentra en el estudio de sus huellas fosilizadas. Las icnitas (huellas fósiles) atribuidas a este dinosaurio se han documentado en varios yacimientos, destacando especialmente el río Paluxy en la Formación Glen Rose de Texas.
Estas huellas, clasificadas dentro del icnogénero Irenesauripus, proporcionan información invaluable sobre aspectos que los huesos por sí solos no pueden revelar:
- Postura y locomoción: Las huellas confirman una marcha bípeda con pasos relativamente largos, sugiriendo una locomoción eficiente.
- Comportamiento social: Algunos rastros muestran múltiples individuos moviéndose en la misma dirección, aunque no necesariamente de forma coordinada, lo que podría indicar un comportamiento de agrupamiento ocasional.
- Interacción depredador-presa: Como ya mencionamos, las famosas «Huellas de Paluxy» parecen mostrar un individuo de Acrocanthosaurus siguiendo el rastro de un saurópodo, en lo que podría representar un episodio de caza. Esta evidencia ha sido objeto de debate, pero estudios recientes tienden a respaldar esta interpretación, proporcionándonos una ventana excepcional al comportamiento depredador de este dinosaurio.

Contexto geológico y paleoambiental
Las formaciones que preservaron al Acrocanthosaurus
Para comprender completamente al Acrocanthosaurus, es fundamental contextualizar su existencia dentro de los ambientes del Cretácico inferior en los que habitó. Las principales formaciones geológicas donde se han encontrado sus restos presentan características distintivas:
- Formación Antlers (Oklahoma y Texas): Datada aproximadamente entre 125-115 millones de años (Aptiense), consiste principalmente en areniscas, lutitas y conglomerados depositados en ambientes fluviales y deltaicos. Los análisis paleontológicos y sedimentológicos sugieren un ambiente de llanuras aluviales con numerosos ríos, bosques de coníferas y un clima subtropical húmedo.
- Formación Twin Mountains (Texas): Ligeramente más antigua que la Formación Antlers (Aptiense inferior), presenta características similares de deposición fluvial en un sistema de ríos anastomosados con ocasionales influencias marinas, indicando su proximidad a la costa del antiguo Mar Interior Occidental que dividía Norteamérica.
- Formación Cloverly (Wyoming y Montana): Representa el límite norte conocido de la distribución del Acrocanthosaurus y data de aproximadamente 115-108 millones de años (Aptiense-Albiense). Los sedimentos indican ambientes predominantemente fluviales con llanuras de inundación, bajo un clima cálido y estacional.
Estas formaciones nos pintan un cuadro del mundo del Acrocanthosaurus: un paisaje dominado por extensas llanuras surcadas por sistemas fluviales, con bosques de coníferas, ginkgos y helechos, bajo un clima generalmente cálido y húmedo, aunque con posibles variaciones estacionales en precipitación.
Cambios climáticos y faunísticos
El periodo de existencia del Acrocanthosaurus (aproximadamente 125-100 millones de años atrás) coincide con importantes cambios globales. El Cretácico inferior estaba caracterizado por:
- Niveles de CO₂ atmosférico significativamente más altos que los actuales
- Ausencia de casquetes polares permanentes
- Temperaturas globales promedio entre 5-10°C más altas que las actuales
- Una tendencia general al calentamiento que alcanzaría su máximo durante el posterior Cretácico medio
Estos factores crearon condiciones favorables para el desarrollo de ecosistemas altamente productivos que podían sostener megaherbívoros como los saurópodos, que a su vez constituían potenciales presas para depredadores de gran tamaño como el Acrocanthosaurus.
Un aspecto interesante es que la época del Acrocanthosaurus coincide con los inicios de la radiación adaptativa de las plantas con flores (angiospermas), aunque estas aún no dominaban los ecosistemas terrestres como lo harían posteriormente. Este cambio en la vegetación eventualmente tendría profundas implicaciones para los ecosistemas terrestres, incluyendo la fauna dinosauriana.
Representación en la cultura y divulgación científica
Presencia en museos y exposiciones
El Acrocanthosaurus ha ganado paulatinamente reconocimiento público gracias a impresionantes montajes de esqueletos en varios museos importantes, entre los que destacan:
- Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte (Raleigh, EE.UU.), que exhibe el espécimen NCSM 14345, uno de los más completos conocidos.
- Museo de Historia Natural de la Universidad de Oklahoma (Norman, EE.UU.), que alberga el espécimen holotipo.
- Dinosaur Valley State Park (Glen Rose, Texas), donde además de un modelo a tamaño real, se pueden observar las famosas huellas fosilizadas potencialmente atribuidas a este dinosaurio.
Estas exhibiciones han contribuido significativamente a la divulgación científica sobre este terópodo, permitiendo al público general apreciar sus impresionantes dimensiones y características anatómicas distintivas.
En medios de comunicación y cultura popular
Aunque menos mediático que otros grandes terópodos como el Tyrannosaurus o el Velociraptor, el Acrocanthosaurus ha aparecido en diversos medios de comunicación y productos culturales:
- Documentales: Ha sido presentado en series documentales como «Planet Dinosaur» de la BBC, donde se destacó su papel como depredador de saurópodos.
- Literatura palentológica divulgativa: Aparece en numerosos libros de divulgación sobre dinosaurios, donde frecuentemente se resalta su distintiva cresta dorsal.
- Videojuegos: Ha sido incluido en varios juegos con temática de dinosaurios, como «Jurassic World Evolution» y «Ark: Survival Evolved».
- Juguetes y modelos: Diversas compañías han producido figuras y modelos detallados de este dinosaurio, contribuyendo a su reconocimiento entre aficionados a la paleontología.
Su aspecto distintivo, con las altas espinas neurales, lo convierte en un dinosaurio visualmente reconocible, factor que ha favorecido su inclusión en diversos productos culturales relacionados con la paleontología.
Debates científicos actuales
Controversias e interrogantes
Como ocurre con muchos aspectos de la paleontología de dinosaurios, el estudio del Acrocanthosaurus no está exento de debates y cuestiones aún sin resolver definitivamente:
- Función de las espinas neurales: Aunque la hipótesis predominante sugiere que servían principalmente como anclaje muscular, algunos investigadores siguen defendiendo posibles funciones adicionales relacionadas con la termorregulación o exhibición.
- Metabolismo y fisiología: El grado exacto de endotermia (capacidad de generar calor metabólico) sigue siendo objeto de debate, aunque los estudios histológicos recientes apuntan a una fisología más cercana a la de las aves modernas que a la de los reptiles ectotermos actuales.
- Capacidad sensorial: La interpretación de los espacios para tejidos blandos en el cráneo (especialmente relacionados con el olfato y la visión) genera debates sobre sus capacidades sensoriales y estrategias de caza.
- Dimorfismo sexual: Hasta la fecha, no se han identificado con certeza diferencias morfológicas atribuibles al sexo en los especímenes conocidos, aunque esto podría deberse a la limitada muestra disponible.
- Extensión geográfica: Algunos fragmentos fósiles hallados en otras partes de Norteamérica han sido tentativamente atribuidos a Acrocanthosaurus, pero su identificación definitiva sigue siendo cuestionada.
Estos debates ilustran cómo la paleontología, lejos de ser una ciencia estática, continúa evolucionando a medida que nuevos descubrimientos y metodologías permiten reinterpretar la evidencia disponible.
Importancia educativa
El estudio del Acrocanthosaurus proporciona excelentes oportunidades educativas en diversos ámbitos:
- Biología evolutiva: Ilustra conceptos como adaptación, selección natural, evolución convergente y radiación adaptativa.
- Anatomía comparada: Su comparación con otros terópodos y con reptiles actuales permite explorar principios de morfología funcional.
- Paleoecología: Proporciona un excelente caso de estudio sobre las relaciones depredador-presa y dinámicas tróficas en ecosistemas extintos.
- Geología y estratigrafía: El contexto de sus hallazgos permite introducir conceptos sobre procesos de fosilización, datación geológica y cambios paleoambientales.
- Metodología científica: Los debates en torno a aspectos de su biología ilustran cómo la ciencia avanza mediante hipótesis contrastables y reinterpretación de evidencias.
Para estudiantes de secundaria y bachillerato, el fascinante caso del Acrocanthosaurus puede servir como punto de entrada para explorar estos y otros conceptos científicos complejos de forma atractiva y memorable.
Conclusiones: El legado de un gigante olvidado
El Acrocanthosaurus representa uno de los más impresionantes ejemplos de evolución y especialización entre los dinosaurios terópodos. Dominante en los ecosistemas norteamericanos durante millones de años antes del surgimiento de los tiranosáuridos, este coloso de espinas altas nos proporciona una ventana fascinante a un mundo perdido que existió hace más de 100 millones de años.
Su estudio nos ha permitido no solo reconstruir su aspecto y probable comportamiento, sino también comprender mejor los complejos ecosistemas del Cretácico inferior y los factores evolutivos que modelaron a los grandes depredadores dinosaurianos.
A pesar de no haber alcanzado la fama mediática de otros terópodos, el Acrocanthosaurus continúa captando la atención de paleontólogos y aficionados por igual, y cada nuevo hallazgo o estudio contribuye a refinar nuestra comprensíon de este magnífico depredador.
Como muchos otros dinosaurios, el Acrocanthosaurus ultimadamente sucumbió a los inexorables cambios evolutivos y ecológicos, siendo reemplazado en su nicho por nuevos linajes de terópodos. Sin embargo, su legado persiste en las rocas que preservaron sus restos y en nuestra creciente comprensión de la asombrosa diversidad de vida que ha poblado nuestro planeta a lo largo de su historia.
Referencias bibliográficas
Bates, K. T., Benson, R. B. J., & Falkingham, P. L. (2012). A computational analysis of locomotor anatomy and body mass evolution in Allosauroidea (Dinosauria: Theropoda). Paleobiology, 38(3), 486-507.
Brusatte, S. L., Benson, R. B. J., & Hutt, S. (2008). The osteology of Neovenator salerii (Dinosauria: Theropoda) from the Wealden Group (Barremian) of the Isle of Wight. Monograph of the Palaeontographical Society, 162(631), 1-75.
Currie, P. J., & Carpenter, K. (2000). A new specimen of Acrocanthosaurus atokensis (Theropoda, Dinosauria) from the Lower Cretaceous Antlers Formation (Lower Cretaceous, Aptian) of Oklahoma, USA. Geodiversitas, 22(2), 207-246.
D’Emic, M. D., Melstrom, K. M., & Eddy, D. R. (2012). Paleobiology and geographic range of the large-bodied Cretaceous theropod dinosaur Acrocanthosaurus atokensis. Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 333-334, 13-23.
Eddy, D. R., & Clarke, J. A. (2011). New information on the cranial anatomy of Acrocanthosaurus atokensis and its implications for the phylogeny of Allosauroidea (Dinosauria: Theropoda). PLoS ONE, 6(3), e17932.
Farlow, J. O., & Pianka, E. R. (2002). Body size overlap, habitat partitioning and living space requirements of terrestrial vertebrate predators: implications for the paleoecology of large theropod dinosaurs. Historical Biology, 16(1), 21-40.
Lee, Y. N., Barsbold, R., Currie, P. J., Kobayashi, Y., Lee, H. J., Godefroit, P., Escuillié, F., & Chinzorig, T. (2014). Resolving the long-standing enigmas of a giant ornithomimosaur Deinocheirus mirificus. Nature, 515(7526), 257-260.
Novas, F. E., de Valais, S., Vickers-Rich, P., & Rich, T. (2005). A large Cretaceous theropod from Patagonia, Argentina, and the evolution of carcharodontosaurids. Naturwissenschaften, 92(5), 226-230.
Rayfield, E. J., Norman, D. B., Horner, C. C., Horner, J. R., Smith, P. M., Thomason, J. J., & Upchurch, P. (2001). Cranial design and function in a large theropod dinosaur. Nature, 409(6823), 1033-1037.
Sereno, P. C., & Brusatte, S. L. (2008). Basal abelisaurid and carcharodontosaurid theropods from the Lower Cretaceous Elrhaz Formation of Niger. Acta Palaeontologica Polonica, 53(1), 15-46.
Stovall, J. W., & Langston, W. Jr. (1950). Acrocanthosaurus atokensis, a new genus and species of Lower Cretaceous Theropoda from Oklahoma. American Midland Naturalist, 43(3), 696-728.
Zanno, L. E., & Makovicky, P. J. (2013). Neovenatorid theropods are apex predators in the Late Cretaceous of North America. Nature Communications, 4, 2827.